AMALIA MERCEDES ABARIA
“Camminiamo una sera sul fianco di un colle,
in silenzo. Nell’ombra del tardo crepuscolo…"
Cesare Pavese
MONTEGIORDANO
Subimos por la colina hacia Montegiordano.
Y estamos en silencio.
Subimos por la colina y la lluvia cae
en nuestro pequeño mundo.
Arriba duerme una nostalgia de los que no están,
de los que lloran este rumor,
el triste espacio de la tierra viva,
las infinitas estrellas de un cielo perdido para siempre.
Si fueran campanas o un Angel,
Pero son las cabras, tibias en la montaña sola,
Y uno evoca al campesino que lloró hace tiempo
también solo.
Si fuera la muerte la que avanza
o el despiadado silencio que no cesa,
pero es un hombre
buscando algo que fue sangre, algo que fue tiempo,
algo de su corazón perdido.
Y el polvo se levanta alrededor.
Pero ya llegamos, suelo, madre, punto.
Se descubre un poco de muerte, lejana...
Y pensamos en los otros, en los que no están
(De “Caminos”, Buenos Aires, Botella al Mar, 2010)
NILDA BARBA
playas y esteras
ocupan su ventana
rejas sin picaporte
en las cortinas
vientos de agujas
sujetan olores de la infancia
entonces pide
figuritas con brillos
y saltar
a la soga
antes
de que no quede
nada
(nada de nada)
(De “doctora jekyll y señora hyde”,
Vela al viento, ediciones patagónicas, 2010)
LUIS BENÍTEZ
Anoche alguien derribó un árbol...
Anoche alguien derribó un árbol
Que cumplía 3.000 años
Erguido sobre el campo.
En la noche sus astillas ardieron
Calentando a los hombres ateridos
Y en la niebla el resplandor
Indicaba el sitio de su muerte,
El mismo de su larga vida,
El mismo de su corta hoguera.
Ayer su sombra
Se alargaba hasta la casa distante,
Cruzaba el arroyo
Que cuando él brotó
No estaba.
Hoy un pozo
Con colgajos de raíces,
Con fragmentos de ramas y cortezas
Indica dónde floreció
A través de los siglos
Su savia poderosa.
En su copa anidaron
Animales que ya no existen,
Y bajo sus ramas
Estallaron infinitas tormentas.
Sus altos brazos
Surgían de entre las nubes bajas.
Entre sus raíces
Primitivos hombres
Se escondieron de las fieras,
Y luego se ocultaron tesoros,
Cartas de amor,
Objetos robados,
Y alguien talló
Con cortaplumas
Palabras que no se leen.
Anoche alguien derribó un árbol
Que cumplía 3.000 años
Erguido sobre el mundo.
CRISTINA BERBARI
Impar
eran una sola sombra larga...
José Asunción Silva
Si me fuera dado
rescatar tu sombra
del errante país
de las sombras
ardiente la llevaría
en brazos
de mi sombra
al linde
de otra edad
en busca
de un espejo,
jardín prohibido
donde
desplegadas en luz
—amantes
creando su infinito—
serían una
iluminada sombra única.
(De “Oh, la Omega”, Buenos Aires, Fijando Vértigos, 2004)
RUBÉN EDUARDO GÓMEZ
(ver el cielo)
hay que levantar la vista ver el cielo cortado
cientos de cordones cables hilos
la mirada no lo abarca sino en parcelas
cielo alambrado
es imposible que este cielo
-decía la abuela-
se nos caiga encima
ALBA ESTRELLA GUTIÉRREZ
a veces
somos todos los rostros
soñamos el amor
de un otro que nos mira
inventamos otro abrazo
nos duelen los ojos
ventanas del alma
y un otro corazón
se nos vuela de pájaros
caminamos juntos todo el infierno
los que hacemos el dolor
nosotros somos todos los miedos
hacedores de pasos y regresos
los magos del exilio
nos atrevemos a aceptar lo que no somos
un coraje de luz en el espejo
SEBASTIÁN JORGI
Fantasía en cinco sets --------------------------------------------------------------
Tuve una enorme alegría cuando me nombraron Enviado Especial para cubrir la información del Torneo de Wimbledon. La última vez que había salido al exterior fue para la prueba de San Silvestre, en San Pablo. A pesar de mi precario inglés, los cronistas locales y las autoridades del torneo me atendieron bien, ofreciéndome toda clase de datos y de estadísticas sobre la historia del gran torneo de Wimbledon. Todo se desarrolló en forma normal hasta la final Borg-McEnroe. El sueco había conquistado cuatro veces consecutivas el trofeo y se perfilaba como favorito. Aunque, para mi gusto, el “niño terrible” ya era uno de los grandes. Me lo había comentado el propio Enrique Morea y el “mecano” Julián Ganzábal.Muchos colegas argentinos estimaban que la lucha sería a muerte. Y a pesar de la objetividad que debe imponerse el periodista, uno en su fuero íntimo, suele llevar su simpatía. En mi caso, el que debía ganar era McEnroe. Tuve esa certeza al finalizar el primer set 6-1 a su favor. La perplejidad de todos —hasta la del propio Borg— había ido en aumento game a game de aquel primer set. El “hombre de hielo” —Borg— había perdido la línea y el nerviosismo se denotaba en su rostro. En una jugada, al disponerse a replicar, la raqueta salió despedida de su mano.Al promediar el segundo set entendí que algo le pasaba a McEnroe. Y no era porque tenía al público en su contra, si bien esto lo perjudicaba psicológicamente. De pronto rifó dos pelotas en forma inexplicable con toda la cancha a su disposición y con Borg en un ángulo fuera de acción. El game que McEnroe ganaba fácil lo malogró en una doble falta y con una pelota que se le cayó a la red. El score fue variando en favor del sueco, no por sus méritos, sino por los desastrosos desaciertos de McEnroe, el que se “suicidaba” jugando mal, de manera que no se podía explicar. Uno de mis colegas dijo que algo raro le pasaba al norteamericano. Insinuó que la tribuna lo había inhibido, que no se explicaba el accionar tan irregular de McEnroe en posiciones comunes para todo tenista.Observé con atención al niño terrible y vi de golpe que una sombra blanca se movía paralelamente a su cuerpo. Me puse los anteojos de sol. Pensé que se trataba de un efecto óptico. Temblé al comprobar que no era una alucinación o un efecto visual. En un globo del sueco la sombra se abalanzó sobre McEnroe haciéndolo doblar la raqueta y enseguida una pelota que tenía destino milimetrado para ganar el game fue desviada como por arte de magia ante los ojos absortos del público, que se había adelantado aplaudiendo el descontado tanto.Entonces ya vi al fantasma blanco en toda la cancha. No podía admitir esa lucha desigual. Pedí hablar con las autoridades del torneo. No me hicieron caso. La titánica lucha era “pareja” para todos menos para mí. Un colega sueco me dijo: “Tenemos al mejor del mundo” Le contesté que no dudaba de las aptitudes de Borg, sin embargo, no era éste su mejor nivel, aunque estuviese triunfando. Y le grité que un duende, un fantasmito, ayudaba a Borg para derrotar al norteamericano. Varios colegas argentinos me miraron y me gastaron un par de bromas. El periodista sueco no volvió a dirigirme la palabra.Sólo yo sabía que el niño terrible luchaba contra dos contendientes. La indignación crecía en mí y al fin, decidí bajar. Me acerqué a los segundos de McEnroe. No atendieron mi argumentación. Vi que un policía se acercaba. Le mostré las credenciales y me dijo con cortesía que tomase ubicación en el lugar asignado al periodismo. Aproveché para ir a uno de los baños con la idea de escribir un mensaje y hacérselo llegar a McEnroe. Busqué a un boy de gorra a cuadros —que había visto antes cerca de los vestuarios— y le entregué el mensaje con unos chelines de propina..-------------------------------------------------------El sol se había apagado y el campo se tornó gris. Había comenzado el cuarto set y Borg en tres raquetazos ganó el primer game. Traté de observar al duendecito y no lo pude localizar. El niño terrible había comenzado a hacer de las suyas y no le daba tregua al sueco. Se había nublado por completo y el viento frío congelaba los huesos. Menos mal que sirvieron café caliente varias veces. McEnroe lució su destreza y, en un game que esta-ban iguales, con un elegante toque de efecto, dejó pican-do la pelota, haciendo estéril la zambullida de Borg. Ven-taja para McEnroe. Respiré: el fantasmito ya no se veía. Ganó el set el chico terrible y ahora estábamos 2-2. -------------------El periodismo seguía discutiendo sobre las posibilidades de ambos tenistas. Muchos de los que antes daban por descontada la victoria del sueco, dudaron a partir de esta igualdad. Hasta decían que McEnroe debía ganar. Me enteré que varios medios londinenses esperaban el desenlace con dos títulos preparados: “Ganó Borg-Ganó McEnroe”. Un periodista alemán adujo que la calidad del sueco iba a imponerse. Le dije que era incontrastable que había aparecido en el tenis mundial un nuevo monstruo: McEnroe. ------------------------------------------------------------
Me cobijé mediante una visera del sol que había reaparecido con toda su fuerza y quemaba. Presentía el triunfo de McEnroe. Sin embargo, comenzó con aplomo Borg el primer game del último set. Me quedé helado cuando el norteamericano quiso colocar una pelota y se le cayó a la red. Era un tanto decisivo. McEnroe se quedó con las dos manos en la cintura, impotente. Borg también había cometido errores, pero no eran tan graves y tan continuados como los de McEnroe. Busqué desesperado al duendecito y lo vi: saltaba y saltaba junto a las piernas del niño terrible. Entonces sucedió lo que para todos fue una pelota inalcanzable para McEnroe: el fantasmito había agarrado sus piernas en el momento que replicaba y el jugador cayó aparatosamente al suelo. Match point. Otra pelota que iba hacia el centro del campo de Borg —cuando había quedado descolocado— tomó vuelo y velocidad como un avioncito de papel, aterrizando centímetros fuera de la línea. Ganó Borg. McEnroe comenzó a dar raquetazos al aire. Sólo yo me di cuenta de que eran para el duendecito. Ni el propio Borg creía en el triunfo: arrodillado, festejaba una conquista impresionante. Ya no me importaba nada: ni la nota ni los reportajes ni el dinero apostado a favor del niño terrible. En el campo ya desierto, quise ubicar al fantasmito. No estaba. El sol había caído definitivamente. Y me encaminé hacia el salón de las télex para los periodistas acreditados. ----------------------------------
(Del libro de cuentos “rock, linda nena” )
LILIAN STRATTA
LILIAN STRATTA
Aurora vive sola y hace tarta de manzanas.
Y no quiere que nadie haga la misma tarta.
También
hace crecer las plantas de su casa con palabras.
Y pequeños ajíes de distintos colores
cuelgan y brillan.
Como si a más de hablarles, los lustrara.
Muchas veces la sorprendo con los ojos lejanos.
Pero mientras,
hace,
trae hecha
o viene a hacer en casa la tarta de manzanas.
(De “En el crujir de los pasos”, Buenos Aires, Nuevohacer,1999)
MARCELO VALENTI
Acaece en la cima.
La atmósfera
posee a las ruinas de obsidiana.
Aunque muertas,
las niñas abren los ojos,
un hilo de ámbar se escurre de sus labios.
El espejismo sembrador de insomnio
las asedia
con alas y garras.
Entretejen
una ronda de gritos
de pavor.
Asisto al maleficio
desde el llano,
junto al fuego.
El frío torrente no
me refleja.
La sima es mi opuesto destino,
la bandeja
que testimonia
mi irreverencia
de no muerto.
Perdida,
es un espejo la llave
que une
ambos mundos.