LOS AMORES DE LA REINA MARGOT
Matilde está sentada a la mesa de un café de Corrientes y Riobamba, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Absorta en la lectura, da los últimos toques al trabajo que debe entregar en la clase de historia francesa que cursa en el Instituto. No escucha el ruido del tránsito por la avenida que a esta hora es tumultuoso, ni el parloteo en las mesas vecinas, ni el tango que suena en el local. Sin embargo, de pronto se percata de dos versos de esa canción:
¡ ... Si hasta el nombre te han cambiado como has cambiado de suerte:
ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot!
Deja de leer. Sí, no hay duda, se dice, es el tango “Margot”, con letra de Celedonio Flores y música de Carlos Gardel y de otro compositor cuyo nombre no recuerda. Y exclama en voz alta: —¡Qué casualidad! ¿O será tal vez una “sincronicidad”, como llama Jung a esas coincidencias que ella también suele tener frecuentemente? Desde hace un par de semanas está repitiendo ese nombre día y noche al preparar su trabajo sobre el tema “Los amores de la Reina Margot”, y ahora lo escucha en este tango.
Para encarar el texto se había documentado a fondo. Devoró la larguísima novela de Alejando Dumas, que precisamente consiguió por azar en una librería de usados de esa misma cuadra. También leyó “Rojo y negro”, la estupenda novela de Stendhal que introduce la trama como una historia dentro de otra historia. Y más, reproducida en video vio la película dirigida en 1994 por el francés Patrice Chéreau, donde Isabelle Adjani interpreta a la sensual Reina.
Y a su oído vuelven a resonar los versos:
¡ ... Si hasta el nombre te han cambiado como has cambiado de suerte:
ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot!
E inmediatamente piensa que, de haberlos conocido, el propio Enrique IV, Rey de Francia y de Navarra, al separarse de su mujer, con cierta nostalgia y con tono sensiblemente gardeliano los hubiera cantado. Y recordando la imagen del rostro del rey, Matilde no puede disimular una sonrisita.
Tal vez necesitaré ajustar el texto, se dice, y repuesta del asombro vuelve a la lectura:
“El 18 de agosto de 1572, la princesa católica Margarita de Valois, joven voluptuosa que según Brantôme representaba un “modelo perfecto de belleza”, se unió en matrimonio, no sin objeciones, al protestante y poco atractivo Enrique de Borbón, Rey de Navarra.
A Margarita la llamaban “Reina de los Corazones”, porque los bolsillos interiores de su miriñaque guardaban cofres de oro con estas vísceras embalsamadas de sus “fieles amigos”, según lo atestiguara Tallemant des Réaux en sus Historias. No obstante, a pesar de las apariencias, el corazón de la princesa se mantuvo fiel a un solo hombre.
A diferencia de Enrique, con su permanente tufo a sudor y ajo, Margarita tenía el hábito de estar pulcra y perfumada, pues su madre, la florentina Catalina de Médicis, había impuesto esa moda en Francia. A esta costumbre, la joven añadía la de apuntar, con esmerada caligrafía, en un cuaderno de tafilete azul con incrustaciones de plata y marfil, el nombre de sus amantes:
Enrique, Duque de Anjou, su hermano.
François, Duque de Alençon, su hermano menor.
Enrique, tercer Duque de Guisa.
Jean-Baptiste, músico de la corte.
Émile, artista pintor
(y ¿por qué no?) Charlotte, dama de compañía.
En cuanto a Enrique de Navarra, traía al matrimonio sus vitales diecinueve años y la angustia de saber que su madre Juana de Albret había sido asesinada mediante las malas artes de Catalina.
Diversas denominaciones se le dio a ese enlace: los jesuitas lo llamaron “unión execrable”, porque no se esperó la dispensa papal necesaria, tanto por la diferencia de religión como por el parentesco de los esposos: ambos eran bisnietos de Carlos de Orleáns, conde de Angulema; Margarita lo era por la rama paterna, Enrique, por la materna.
Se la designó además “ceremonia sacrílega”, ya que si bien era costumbre casar a las princesas francesas sobre un estrado en las puertas de la Catedral de Notre-Dame, en este caso, la ceremonia tuvo lugar allí para evitar la misa de esponsales; además la pareja fue bendecida por el cardenal Carlos de Borbón, en su carácter de tío del novio y no como sacerdote.
Se la calificó como “Boda de conciliación”, al haberse buscado con este matrimonio un entendimiento entre católicos y protestantes.
Y por último, “Bodas rojas” por la sangre que corrió una semana después de la ceremonia, el 24 de agosto, enrojeciendo las oscuras zanjas de París en la Noche de San Bartolomé.
Gritos, sangre y muerte fueron los protagonistas de aquel día en que se conmemoraba el martirio del Santo. ¿Esa fecha había sido elegida por los fanáticos católicos para llevar a cabo la masacre como una venganza a través de los siglos? ¿Fue casual la elección?
Lo cierto es que esa noche por las calles de París se vio lo nunca visto: miles de sombras huyendo y muchas otras persiguiéndolas sedientas de sangre. Miles de cadáveres se encontraron diseminados por todas partes. Hasta en los corredores del palacio del Louvre. A la alcoba de Margarita, sorpresivamente había llegado un caballero hugonote gravemente herido, quien momentos antes se había jurado a sí mismo que si sobrevivía a la matanza se convertiría al catolicismo: el conde Joseph Boniface De la Mole, el agraciado mancebo que nunca se iría del corazón de la Reina de Navarra.
Ambos se atraían como imanes.
—¡Extraordinariamente dotado!— suspiraba la experta joven refiriéndose a los atributos que ostentaba el amado.
Cierto día el amante presagió: “Margarita, juradme ante la imagen de Dios que aquí mismo me salvó, que si muero por vos, tal como me lo anuncia un sombrío presentimiento, conservaréis esta cabeza, que el verdugo habrá separado del tronco para apoyar en ella vuestros labios.”
Lúgubre, desesperada predicción.
Tras haber manipulado con la yema humedecida en su propia saliva las hojas envenenadas de un tratado sobre la cría de halcones, el joven rey Carlos IX estaba próximo a morir. Para hacerse del poder vacante, Enrique de Navarra y François de Alençon tramaron una conspiración. Al fracasar ésta, fueron encerrados. Dos de los conjurados intentaron liberarlos, sin éxito. Uno resultó ser De la Mole, a quien se lo acusó de atentar, mediante brujerías, contra el rey Carlos, al habérsele encontrado entre sus pertenencias una figurita de cera atravesada por una aguja en el lugar del corazón que presuntamente representaba al soberano. En realidad, la figura era la de su hermana, la reina Margarita. Se trataba de un hechizo de amor que el joven Boniface había encargado a un adivino. El otro conjurado era el hidalgo piamontés Aníbal Coconnas, íntimo amigo de De la Mole, a quien se le acusó por la misma razón. Con estos cargos y con el visto bueno de Catalina de Medicis, el último día de abril de 1574, ambos jóvenes fueron decapitados por el verdugo en la plaza de San Juan de la Grève. La Reina Margarita de Navarra o Reina Margot, y su amiga la duquesa de Nevers, le compraron aquellas cabezas al verdugo.
Cubierta con una capa y embozada, la joven reina abandonó el palacio para dirigirse a la cueva húmeda y fétida donde yacían los restos de su amante. “Con sus manos deslumbrantes de alhajas, levantó suavemente la cabeza que tanto había amado” y, tal como lo había jurado, besó los labios inertes con sus labios encendidos y rojos. En una bolsa de brocado recamada de perlas, cuyo interior estaba impregnado con el ungüento destinado para embalsamar a los reyes, guardó el venerado despojo a fin de conservarle eternamente su hermosura y transportarlo hasta el gabinete contiguo a su dormitorio.
A las doce de la noche del día siguiente, vestida totalmente de negro y ornado su cabello con colgantes en forma de calaveras y cintas de crespón —tocado que al paso de las horas semejaría un nidal de oscuras serpientes—, sola en la litera, Margot llevó sobre su regazo la cabeza del hombre amado para depositarla en un lugar secreto de la capilla de Saint Martin, en el bajo Montmartre.
Al regresar, encerrada en su alcoba, lloró y lloró. Después, abrió el cuaderno de tafilete azul con incrustaciones de plata y marfil y como colofón de la larga lista de nombres, con esmerada caligrafía apuntó:
Conde Joseph Boniface De la Mole.
Con el paso del tiempo y a pesar de lo sucedido, en un rincón de su corazón Enrique de Navarra seguía apreciando a su esposa Margarita. Si bien sus relaciones nunca habían sido íntimas —sólo se habían jurado un pacto de apoyo mutuo para alcanzar juntos el poder—, varias veces ella le había salvado la vida en aquella corte donde abundaban nigromantes y regicidas, al haberse producido unos veinte intentos de asesinato contra él.
En cuanto a la figura de la reina, su talle engrosaba e iba perdiendo la belleza —algunos remarcaron que se había vuelto “horriblemente gorda”—, aunque, en la lista de su cuaderno de tafilete azul con incrustaciones de plata y marfil, seguía apuntando los nombres de sus amantes:
Louis de Clermont, señor de Bussy d’Amboise.
Enrique de La Tour d’Auvergne, vizconde de Turenne.
Jacques de Harlay, señor de Champvallon, caballerizo mayor.
Gédeon, un guardián. Etc., etc.
A pesar de estas nuevas aventuras sentimentales, no dejaba pasar un solo aniversario sin recordar a su amado De la Mole. Cada 30 de abril llevaba un luto riguroso, luciendo el tocado de calaveras y múltiples cintas de crespón. La gente aseguraba que a determinada hora, el tocado parecía transformarse en un nidal de sierpes negras. A su manera, el corazón de Margot, mientras latió, fue fiel a un solo hombre. Algo así como la unidad dentro de la variedad.
Hacia 1589, Enrique de Navarra sucedió en el trono al anterior Enrique, su cuñado. Con el propósito de llegar a tener una descendencia legítima, pidió la anulación de su matrimonio con Margarita, aduciendo consanguinidad, matrimonio forzado y esterilidad. Ella, que había pasado diecinueve años prisionera en el castillo de Usson por decisión de su hermano, con el beneplácito de su marido, dio su consentimiento...”
—Sí, seguramente el trabajo necesitará ajustes —se dice Matilde—: reforzar el texto argumentativo, dar una conclusión, agregar las fuentes bibliográficas...
Recoge sus papeles, los guarda en la carpeta, y sale del local.
Y pensando en el jocoso gesto que hubiera contraído el poco agraciado rostro de Enrique IV, con una sonrisa enfila por la avenida Corrientes tarareando:
¡ ... Si hasta el nombre te han cambiado como has cambiado de suerte:
ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot!
CRISTINA BERBARI (*)
Publicado en la Antología El amor en la literatura actual
Colección El Puente imaginario, compilación de Norma Mazzei
Ediciones Tu Llave, San Andrés, 2018
ISBN 978-950-706-146-2
(*) Buenos Aires, Argentina. Funda y dirige la revista de poesía Fijando Vértigos a partir de 2000. Selecciona una Antología de Poetas Argentinos (2007-1ª ed. y 2008-2ª ed.), Miembro de Red Mundial de Escritores en Español REMES.
Obra publicada: Penúltimo portal (ilustrado con xilografías de la autora, 1983). Los lagos y la tortura (1999). Incandescencia (Tríptico, 2001). El olvidado (plaquette, dibujo de Matías Berbari, 2003). ¡Oh, la Omega! (2004). Doloras de la piedra negra y voces invitadas a perseguir nubes (2005). La Señora Bovary a dos voces (paquete, 2005). Salmodias del no (2007). Una extraña necesidad de canto (2007). Rosas en vuelo (bilingüe, 2007) y Sudario profano (bilingüe, 2008), traducidos al catalán por Pere Bessó, Fuegos en fuga (libro compartido, 2013). Las abejas de Venus (libro compartido, 2014).
Antologías: Antología Certamen Nacional Poemas Ilustrados, Ateneo Cultural, Buenos Aires (1984). Voces latinoamericanas: Argentina, Cuba, Chile, Colombia y Perú (plaquetas, 2001). Presencias en el Grupo Presencias (2003). John Donne o el péndulo de lo paradojal, ensayo bilingüe (español-inglés) publicado y digitalizado, AIR Colección 4 CIELE-IXWE, de la XI Convención Internacional de Escritores en Lenguas Europeas, Cuarta de la Nueva Andadura, Málaga, España (2009). Antología Internacional La re-evolución de la palabra, Col. Café con Letras, (La Plata, 2013). AIR 20-21-23-24-25, dir. M.Cirerol, Málaga, España. Huellas a la mar 4 y 5, Literarte (2014-2015) El amor en la literatura actual (compilación de Norma Mazzei) Tu Llave, San Andrés, 2018.
Selecciones: “Homenaje a Federico García Lorca” por Fijando Vértigos 13, C.C. Paseo Quinta Trabucco, Municipalidad de Vicente López (2006), Un puente tendido: La poesía de Dora Hoffmann (ensayo), Congreso de Literatura “Hacia el Bicentenario-Dos siglos de mujeres en las letras”, Museo Roca-Instituto Investigaciones Históricas y Grupo Némesis (2009). XI Convención Internacional de Escritores en Lenguas Europeas, Málaga, España, CD (2009). Bartleby, una interpretación a través de la poesía (ensayo), Jornadas sobre lo Oculto y lo Maravilloso, Grupo Némesis (2010). Poesía Viva 14a edición: entrevista a la poeta Lucía Févola (2010). XII Recital Poético Multilingüe unido a los programas de las Naciones Unidas, Fredericton, New Brunswick, Canadá (2012). Muestra Siglo XXI de la Poesía en Español, Prometeo 2012, Madrid, España; ambos Capítulos bajo el amparo de la Academia Iberoamericana de Poesía. IX Exposición Mural y virtual de Poesía y Arte, Recitales poéticos sin fronteras, Registro Creativo, Canadá (2013). 7a Exhibición Internacional de Póster de Poetas Iberoamericanos Contemporáneos, Capítulo Fredericton, St. Thomas University, Canadá. El poema Dos en el hilo de un barrilete en llamas de la autora, fue seleccionado y leído por Laurence Pigeon (2013). El poema Imagen deshabitada, fue musicalizado e interpretado por Aldo Videla y Valeria Rinaldi.
Distinciones: Reconocimiento a Penúltimo portal (2000); Premio a Trabajadores de la Cultura (2000) y Premio Aporte a la Cultura Nacional (2002); Mención Nacional Certamen Aldo Alessandri 35o por Acerca del lepidóptero y la relatividad del tiempo (2002), otorgados por la Municipalidad de Azul. Cuarto Premio Internacional de Poesía Artesanías Literarias, Israel, por el tríptico Jirones del infierno que duele (2007).
Panorama Literario Histórico 2010-2011 book crossing-Reto de las Décadas Argentinas-libros elegidos para leer de 1983: Penúltimo Portal de Cristina Berbari.
Figura en el Apéndice “Poetas referentes de cada período” Siglo XX –1943 (pag. 243), en el ensayo de Luis Benítez “Historia de la Poesía argentina- De Luis de Tejeda al Siglo XX”, Córdoba, Buena Vista, 2018.
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