jueves, 29 de diciembre de 2011

Carlos Drummond de Andrade

"Viva la vida" Frida Kahlo

Paso del año

El último día del año
no es el último día del tiempo.
Otros días vendrán
y nuevos muslos y vientres te comunicarán el calor de la vida.
Besarás bocas, rasgarás papeles,
harás viajes y tantas celebraciones
de aniversario, graduación, promoción, gloria, dulce muerte con sinfonía y coral,
que el tiempo quedará repleto y no oirás el clamor,
los irreparables aullidos
del lobo, en la soledad.

El último día del tiempo
no es el último día de todo.
Deja siempre una franja de vida
donde se sientan dos hombres.
Un hombre y su contrario,
una mujer y su pie,
un cuerpo y su memoria,
un ojo y su brillo,
una voz y su eco,
y quién sabe si hasta Dios...

Recibe con simplicidad este presente del acaso.
Mereciste vivir un año
más.
Desearías vivir siempre y agotar la borra de los siglos.
Tu padre murió, tu abuelo también.
En ti mismo mucha cosa ya expiró, otras acechan la muerte,
pero estás vivo. Una vez más estás vivo,
y con la copa en la mano
esperas amanecer.

El recurso de embriagarse.
El recurso de la danza y del grito,
el recurso de la pelota de colores,
el recurso de Kant y de la poesía,
todos ellos... y ninguno resuelve nada.

Surge la mañana de un nuevo año.

Las cosas están limpias, ordenadas.
El cuerpo gastado se renueva en espuma.
Todos los sentidos alertas funcionan.
La boca está comiendo vida.
La boca está atascada de vida.
La vida escurre de la boca,
mancha las manos, la vereda.
La vida es gorda, oleosa, mortal, subrepticia.

De "Mundo grande y otros poemas", traducción de Rodolfo Alonso
(Buenos Aires, Centro Editor, 1987)

Para el entrañable Osmar Luis Bondoni, que nos envió este hermoso mensaje:
"Queridos amigos:
Nos legó Drummond: "El último día del año no es el último día del tiempo. Otros días vendrán..."
Y en este saludo de fin de año, con mis mejores augurios de felicidad para todos, los invito a que sigamos alimentando juntos la fragua de las sagradas utopías.

Osmar "



miércoles, 28 de diciembre de 2011

Yolí Fidanza


POR ELLA, POR ELLAS

Yolí Fidanza

Por ella, la niña violentada, el vestidito negro,

el corazón, latido de temprana esperanza.

Por ella la nacida bajo aciago signo,

la sin ángel custodio, la burlada de amor,

la abandonada bajo la cara en sombras de la luna.

Por la muchacha de falda desgarrada,

abultado el prematuro vientre, temprano de desesperanza.

Por ella y por las asesinadas en ancestrales ritos,

condenadas a los dardos en las lapidaciones,

al filo de la navaja, la sangre íntimamente derramada.

Por las crucificada en maderos de injusticia,

mendicantes en esquinas de opulencia

Por quienes esconden ojeras teñidas de violeta

y pétalos morados en golpeadas mejillas,

como ríos de lava las lágrimas hollando el surco de la herida.

Por las compradas a precio vil en burdeles de hipocresía.

Por la inocencia inmolada a la prepotencia de los vencedores.

Por las malhadadas que engendran frutos de la fuerza

y olvidadas de sí los besan y amamantan.

Por las rehenes en albergues sin luz

con ventanas tapiadas y puertas con sus llaves perdidas.

Por las muertas sin nombre sin coronas de martirio sin cruz.

Yo no quiero llorarlas con lágrimas inútiles

intento darles voz a sus silencios, que no baste el monótono rezo

que caiga de los ojos el velo, que el drama atormente la memoria.

Sea nuestra palabra viento en el monte, grito en la selva,

eco que golpeé la montaña, agua en los salitrales,

llama que derrita la frialdad de corazones como témpanos,

que ruja en el vaivén de las olas y sobre la playa duela,

que repique hecha terca llovizna en las techumbres,

que desarme la mano que se alza, que borre del lenguaje el insulto.

No calle la boca ante el neón que vuelve perversión la desnudez

Ni ante la mesa de rico mantel si la blancura oculta otras esclavitudes.

Que no se pierda el llanto, que nuestro oído atienda

que en la página la ignorancia se borre y el conocimiento detenga la infamia.

Como gota que orada la piedra persistente el reclamo

Piedad para sus llagas, medicina para sus heridas

azúcar para la hiel de sus labios.

Por ellas y por la niña de Chihuahua hecha símbolo

en procesión las vivas y las muertas,

triste el fraterno gesto, cubiertas las cabezas con velo de duelo,

unas con encendidos cirios, otras en sus urnas de cenizas.

Firme el paso, elocuente el silencio.

Tomadas de las manos por las calles del mundo.

Ved, delante de nosotras anda la Guadalupe, toda vestidita de negro.

Último poema de "Serás Mujer", el nuevo libro de la poeta argentina Yolí Fidanza que se presentará en 2012, antes de realizarse la Feria del Libro de Buenos Aires.

martes, 27 de diciembre de 2011

Budín de pan o una tarde casi cielo en la boca*
---Es un día de una tibieza esponjosa, como si guardara hebras de aire, globos rojos a punto de soltarse en una fiesta silenciosa. Mullida tarde de flores alzadas contra la ventana. Pensamientos, que buscan atraerme o entrar. La tierra lejos y esta suerte de poder navegar o ser navegada por el manojo, barco, ramo. de pétalos y hojas.Perderme así entre aromas y el gusto del café.
La leche como un mar blanco envuelve el pan, el dulce, las gotitas de luto de las pasas, los huevos. Un futuro budín duermiendose en el útero tenaz del recipiente, va a despertar en la boca de quien elija para darle a gustar las gotas de esta tarde.


*de Cristina Villanueva

domingo, 11 de diciembre de 2011

Rodolfo Alonso en el Festival de Medellín

Memoria Audiovisual del Festival Internacional de Poesía de Medellín
Como dos astros
Bajo la música



miércoles, 7 de diciembre de 2011

Pere Bessó traduce a Cristina Berbari


Sossec
a Osmar Luis Bondoni

Sossec
sorda sonoritat
arbre del tell
resplendor
damunt de la pàgina

Davall d'aqueixa copa
cúpula sagrada
prova suprema de la infinitud



El teu llibreun

altre món
dins d'aquest món.

______

Sosiego
a Osmar Luis Bondoni





Sosiego
sorda sonoridad
árbol del tilo
resplandor
sobre la página

Bajo esa copa
cúpula sagrada
prueba suprema de la infinitud

Tu libro

otro mundo
dentro de este mundo.


de Cristina Berbari, Buenos Aires, Argentina
De su libro "Una extraña necesidad de canto",
traducido al catalán por Pere Bessó

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lunes, 28 de noviembre de 2011

Nélida Habeshián


"El primer piso", nuevo libro de cuentos y relatos de Nélida Habeshián, Buenos Aires, Dunken. 2011.

JALIL

Jalil salió temprano de su casa ubicada en Besharre, al norte del Líbano, zona de montañas cercana a los famosos y milenarios cedros y no lejos del silencioso valle de Kadisha que se extiende hasta el mar Mediterráneo. Se dirigió al almacén para pedir comestibles, pero el dinero le alcanzó solamente para un kilo de trigo. El dependiente, sin dejar de mirarlo, retiró algunos paquetes del mostrador y puso en el plato de la balanza el que había separado, sintiendo pena por su vecino. Sabía que Jalil era una buena persona. Con voz entrecortada y un poco avergonzado, el joven, comentó despacio:

-¡Tú me conoces Samir, sabes que en cuanto puedo pago! Hay poco trabajo...

Pero el dependiente acercando su cara a la de Jalil, con gesto cómplice, le murmuró:

-¡Por favor, amigo... no me comprometas!

Se lo dijo en voz baja y mirando de izquierda a derecha. Con disimulo, siguió hablando:

-¿Sabes que tu historia es la de todos?... ¡Y la mía también!

-Sí amigo, así es... entonces... nos comprendemos.

Jalil se retiró del negocio conteniendo lágrimas de impotencia. Caminó apesadumbrado algunos kilómetros queriendo despejar sus pensamientos. Llegó a Hasroun, un pueblo muy pequeño; ahí vivían parientes. Se sentó a descansar a la vera del camino polvoriento. El sol quemaba. Tenía sed y hambre. Recuperó sus fuerzas comiendo un poco del trigo seco que había comprado. Llegó a la casa de sus tíos y lo recibieron cariñosamente. Después se sentaron a conversar a la sombra de un parral en la parte posterior de la vivienda. Hablaron mucho y tocaron diversos temas. Rezaron. La tía le entregó un paquete con alimentos y con dulzura comentó:

-Este es mi regalo para tus pequeños, es poco, pero les va a gustar. Es lo único hijo que puedo darte, y con llanto entrecortado abrazó muy fuerte a su sobrino quién tomó el envoltorio con mano temblorosa. Después, al despedirse, la mujer le dio su bendición. Al atardecer Jalil entró a Besharre. Se había levantado una brisa muy suave y antes de llegar a su casa se sentó a descansar entre colinas y montañas. Quería pensar con tranquilidad. Eran muchas las cosas que él tenía que resolver. Rememoró su época de estudiante. Los felices días de su niñez. Las caminatas con su tío Elías que hacía unos años había emigrado a Venezuela y después se radicó en Argentina. Fue su maestro y amigo. Lo extrañaba. Siguió caminando. Faltaban pocas cuadras para llegar y se preguntaba continuamente ¿qué puedo hacer? ¡Dios mío, ayúdame, ayúdame! Cuando esa noche entró a la amplia sala de su casa, Haida lo miró interrogante y los niños fijaron sus ojos en el paquete que sostenía fuerte contra su pecho. Su esposa repartió feliz los alimentos que le enviara su tía. Convidaría a su esposo después de cenar con café y locum· de almendras.

A la mañana siguiente, temprano escuchó que lo llamaban:

-Jalil, Jalil, ven... Soy yo Antonio...

Curioso, se acercó y tras saludarlo prestó mucha atención a la propuesta de su amigo:

-En el mejor hotel de Beirut necesitan camareros y mozos de comedor que hablen correctamente el francés y como tú eres profesor te paso el dato, ¿vienes?...

Jalil se despidió de su familia y rápido subió al camión de su amigo. Tomaron la carretera hacia Beirut. Levantaban la mano y saludaban a los hombres que trabajaban en los campos de frutales de la zona. Antonio le comentó que la situación económica del país era terrible y que empeoraba vertiginosamente. Llegaron al hotel antes del mediodía y en la conserjería le hicieron leer y firmar el reglamento del personal y le entregaron la ropa de trabajo. En un momento determinado, cuando se probaba la chaqueta blanca de camarero lo observó el gerente del hotel. Le preguntó si ya estaba registrado y Jalil le respondió:

-Sí, señor, como personal contratado, hablo francés, soy profesor.

-¡Ah, sí!... Tú eres el joven que me recomendó Antonio, mi primo, ¿no?...

Mientras, el hombre pensaba” tiene buen aspecto, fino, prolijo, entonces después de unos segundos le dijo amablemente:

-Aquí, joven, siempre va a ser tenido en cuenta.

Jalil , se dijo para sí, gracias a Dios”

Al día siguiente rebosando de alegría se dirigió al hotel y empezó a trabajar. En el salón comedor se encontraba cenando una señora alta, corpulenta, de cabello rubio, peinado tirante con bucles en la nuca. Lucía un vestido largo de color negro con lentejuelas plateadas. Jalil, mientras acercaba la mesa rodante con la hielera y el champagne se dio cuenta que la mujer lo miraba con insistencia. Después de unos minutos ella le preguntó curiosa:

-¿A usted, lo conozco, lo he visto en otro lugar?...

Jalil sorprendido se quedó pensativo, y remontándose a su época de estudiante recordó a Madame Geneviève su profesora de francés en el colegio privado de la ciudad. Luego de observarla con detenimiento le respondió:

-Sí, sí, madame, del colegio R... Aquí, de visita en Beirut, ¿No?...

-Así es… ¡¿ Y… Usted, que hace sirviendo mesas aquí ¡?

Su pregunta sonó como un látigo en el rostro del joven. Pero reaccionó pronto y le contestó:

-Para mí, en estos momentos tan duros para el país, es un regalo del cielo tener trabajo.

A continuación le relató brevemente la situación que estaba viviendo junto a su familia. Pasó el tiempo tras ese breve encuentro y Jalil en el término de dos meses fue llamado para hacer distintos trabajos en el hotel. Aceptaba muy contento lo que se le encomendaba y seguía obsesionado pensando de qué forma podía solucionar el complejo problema de su hogar, ya que el futuro de sus hijos le preocupaba. Se decía, “Gracias Haida , tu me acompañas en todo. ”¡Que puedo hacer, Dios, ayúdame, Dios mío! En los momentos libres salía a caminar con sus tres hijos tratando de hacerlos disfrutar de la naturaleza del lugar y respondiendo a las preguntas que los niños observadores le hacían.. Corrían los años 1919/1920 y a la sazón y por la crisis muchos vecinos malvendían sus propiedades y tierras para solventar el viaje emigrando a otros países. El matrimonio saboreaba día a día ese brebaje de desesperación que se vivía ante la crítica situación latente del país. Jalil ya casi no tenía alumnos particulares de francés y las dos escuelas donde él ejerciera como profesor titular cerraron sus puertas definitivamente.

Un día el conserje del hotel le comunicó que el día jueves llegaba una delegación de la Embajada de Francia, y además industriales importantes por lo que tendría que presentarse a trabajar a las l9 horas y traer las dos chaquetas blancas impecables. Pero las cosas resultaron distintas y fue enviado a la cocina como ayudante. Mientras limpiaba la vajilla ensimismado en sus pensamientos escuchó la voz del jefe de camareros que le comentó con ironía:

-Señor Jalil... pregunta por usted una dama de la delegación, está en el comedor. Lo espera...

El joven se quitó el delantal. Se puso el saco blanco y acomodó su pelo; luego fue hasta el lugar que le indicó su jefe. Grande fue su sorpresa cuando la vio a Madame Geneviève Estaba acompañada por un señor que le fue presentado como su marido. Hablaron y ésta le hizo una propuesta. Quedaron que al día siguiente se encontrarían en la planta baja del hotel fuera del horario habitual de trabajo.

Esa noche cuando llegó a su casa los niños dormían y Haida preparaba las lecciones de francés. Mientras la abrazaba con ternura le preguntó en voz baja:

-¿Cómo está mi mejor alumna? Haida...¿Sabes que la señora Geneviève y su esposo me propusieron un trabajo? Eso sí, tengo que ir a Francia...

-¿Viajarás a otro lugar?... ¿Y nosotros?...

-Sí, sí, es para el bien de todos. El problema económico del país es grave. Tú te quedarás con nuestros hijos en Besharre y cada tanto yo te envío el dinero por el correo de la embajada. No tengas miedo, ellos son gente seria. Planearon las cosas muy bien y tendré un buen ingreso. Además, ya me lo anticiparon, acompañaré al señor Pierre en sus viajes.

Pasaron ocho meses y Jalil ya en París trabajaba muy satisfecho al servicio del señor Pierre Duclos y también era llamado por funcionarios importantes como traductor e intérprete. Varias veces le comentó a su jefe que seguía con la esperanza de hacer traer a su familia ya que los extrañaba mucho, y el hombre le decía:

- Ten paciencia Jalil, las cosas saldrán bien, no hay que apresurarse.

El señor Duclos era director ejecutivo de una firma internacional y necesitaba una persona muy culta,y de confianza que hablara árabe y francés. Conversaron con mucha reserva sobre el puesto ofrecido. A raíz de esta situación el joven ingresó a esa empresa previa evaluación del matrimonio.

Cada tanto, antes de retirarse, Duclos, lo llamaba a Jalil y lo invitaba a tomar café siendo el tema principal de la conversación era la difícil orientación política y económica del Líbano. En una de esas reuniones le comentó que le habían hablado de un joven libanés, escritor, que se había radicado en Boston, Estados Unidos, con su familia. Se llama Khalil Gibran*, le dijo, escribe, esculpe y dibuja. También hace colectas entre los residentes libaneses de allá para ayudar un poco a los compatriotas. Volvió a repetir el nombre remarcando las letras. Luego le aclaró:

-Ah,... debe tener su edad... me olvidaba, creo que es de su mismo pueblo, de Besharre...También hace exposiciones con sus pinturas y esculturas, y vende... Es bastante reconocido. Jalil se emocionó. Revivió su infancia y a Khalil al que conocía de niño y se encontraban con otros amigos para recorrer las montañas y colinas de su tierra y se sintió íntimamente satisfecho con la sola mención de ese nombre tan querido ya que el escritor fue compañero suyo de escuela en Beirut. Con los años siguieron caminos distintos. Rememoró los dibujos que hacía su amigo y vecino. Además dejaba absorto a los que lo escuchaban hablar de la lluvia, las tormentas, los truenos y rayos. ¡Por Dios, como no lo voy a recordar! ¡Por algo salió escritor! Desde niño escribía poesía y cuentos.

- Ah... ¿sabe señor Pierre, que él dibujaba sobre la nieve?

Pasaron dos años. Jalil consiguió alquilar una casa pequeña y modesta en Fontenay-Sous-Bois, lado Marne, en las afueras de Paris. Cuando Haida y los niños llegaron el joven se sintió íntimamente satisfecho del paso que habían dado. Los hijos ya en edad escolar fueron anotados en buenas escuelas y Jalil junto a su esposa no dejaban de vivír atentos a los problemas de su país. Ya los otomanos habían sido dispersados y los franceses se hicieron cargo de la situación controlando palmo a palmo el territorio libanés. El matrimonio decidió hacer colectas entre los libaneses radicados en Francia y llevar un registro de connacionales. En una oportunidad un profesor oriundo de Baalbeck le entregó su reloj de bolsillo y un anillo con un brillante. Conmovido le habló de su familia y su lucha para traerlos junto a él, luego, dijo:

-Yo me quedo con mis libros... en cambio lo que vendas servirá para ayudar.

Jalil y Haida llegaron a ser muy conocidos entre los residentes libaneses y recibían colaboración en forma permanente. Recordaban a familiares y amigos y pedían fervientemente por ellos.

Cada tanto acompañaba al señor Pierre a Beirut, y cuando llegaba a Besharre la gente le contaba las penurias que estaban pasando. Los que emigraron encontraron paz, bienestar y trabajo, pero sufrían el desarraigo de la tierra que los vio nacer.

Los años fueron pasando y ya adultos sus tres hijos adultos se convirtieron en profesionales. Vivían satisfechos de que pudieron costear sus estudios, pero íntimamente los absorbía la melancolía por su tierra querida. Corría el año 1941 y el Líbano consiguió la soberanía absoluta con la garantía de los aliados. Ya en 1946 se declaró la independencia y la señora Geneviève ofreció en su residencia un banquete para festejar este acontecimiento tan emotivo.

...Y el tiempo transcurría con la esperanza de un país mejor. En tanto Haida y Jalil recibían en su casa una vez por semana a todo libanés que en la diáspora deseara estar unido a sus compatriotas. Evocaban la patria amada y la vida que nostálgicamente en la espiral del tiempo retrocedía haciéndoles rememorar la época pasada. Jalil se decía para sus adentros, “ escucho voces… son voces queridas…” y cerraba sus ojos y se veía en Besharre corriendo junto a sus amigos de la infancia y se preguntaba, ¿dónde estarán?

Cierto día, cuando Jalil regresaba de la ciudad , observó un auto estacionado en la puerta de su casa. Intrigado se fue acercando. En el asiento de atrás vio una mujer acurrucada de cabello blanco y anteojos. ¡No lo podía creer! Era su tía Salma. No hubo palabras, pero sí besos y abrazos. Ella lo acariciaba y lloraba. Después de unos segundos Jalil habló:

¡Tía, tía, esto es un regalo de Dios! y estás tan bien!...

-Claro, contestó ella, tú creías que no los vería más. Tengo ochenta y ocho años hijo. Mi nieto Paul me hizo venir a Francia. No quería que me quedara sola tan lejos de ellos.

Después, con un reflejo pícaro en sus ojos pequeños, Salma, le tocó el hombro al supuesto chofer. El hombre giró su cuerpo y se escuchó fuerte, muy fuerte:

- ¡No, no, otro regalo más!.. Estas sorpresas me van a matar! dijo Jalil emocionado.

Era Antonio su querido amigo de Besharre. Lloraron de alegría. Parecían dos niños. Se encaminaron hacia la casa. Haida cuando escuchó voces se fue acercando lentamente. Sus ojos negros destilaban asombro y sorprendida los miró sin pronunciar palabras. Se confundieron en un fuerte abrazo. Después de cenar se ubicaron en la sala de estar para tomar el café frente al hogar. La lluvia caía suave, silenciosa y había empezado a nevar. El chisporrotear de los leños sonaba a música y en la calidez del lugar con el afecto latente cada uno contó su historia desde que Jalil y su familia dejaron Líbano para emigrar a Francia. En cada rostro se veía reflejada la llama viva de la esperanza que los iluminaba para poder algún día ver un mundo mejor.

En la biblioteca, sobre una repisa, apoyada en un atril estaba la chapa que durante años lució en el frente de su casa en Besharre “Jalil, profesor de francés, niños y adultos”.

  • Khalil Gibran, escritor, escultor y pintor libanés (l883-1931)
Locum: bombones orientales
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SU HISTORIA

Beber en la mismidad. La misma copa
para dos bocas.

(Doloras de la piedra negra)

Cristina Berbari-2005

Era invierno. Hacía mucho frío y desde el mediodía caía una lluvia fina e intermitente que el viento azotaba con fuerza descomunal. Decidí llamar a mi amiga Victoria y le propuse reunirnos esa noche en mi casa para ver una película y, además le aclaré que prepararía empanadas acompañadas de un buen vinito. Al anochecer cuando escuché el timbre, al abrir la puerta ya estaba mi invitada pero sosteniendo un paquete con el rótulo de una confitería de la zona. En el momento que trataba de cerrar el portón del garage, mi perro, Juancho” se escapó. Miré de izquierda a derecha y lo descubrí detrás de un árbol.

Mi amiga reía a carcajadas al notar el esfuerzo que tuve que hacer para que entrara a casa otra vez.

Mientras nos deleitábamos con las empanadas vimos la película que había alquilado esa tarde. Después brindamos con sidra bien helada, de una botella que hacía rato estaba en la heladera esperando ser abierta. Con el segundo brindis serví el postre, pero en ese momento oí el eco de unos pasos. Le hice señas a Victoria que no hablara apoyando mi dedo índice sobre mis labios. Recordé que mis vecinos estaban de viaje. Escuchamos el ruido de una puerta al ser abierta, e inmediatamente observamos consternadas a un hombre alto, delgado, que llevaba puesto un pasamontañas de color negro. Se detuvo y nos miró en silencio. Supuse que había saltado la medianera y atravesado mi jardín. Habló con voz clara y armoniosa y nos dijo:

-¡No intenten hacer nada ¡

Miró las empanadas que habían quedado sobre la mesa del comedor. Se sirvió una. Comió rápido y sin dejar de observarlo, temblando, yo le dije:

-Señor…Puede comer otras…

-Ah…Si… Bueno…

-Señor…dijo Victoria asustada, ¿ le gustaría comer el postre?, es imperial ruso, y está bueno…

-Y… Sí, como final de cena me viene bien algo dulce sobre todo en invierno.

-¡Ojo! Dijo con firmeza, ¡no se muevan! Y terminó el último bocado elogiando las empanadas y el postre; y a continuación nos dijo:

-¡Sigan con las manos en alto!, orden que dio seguro de si mismo

-Señor… Preguntó mi amiga, ¿puedo ir al baño?...

-No…

-Pero…Dijo Victoria temblando.

-¡Pero qué!, le respondió autoritario.

-Y vos, me dijo observándome con insistencia, ¿qué me vas a pedir?

-¿Yo?...Nada, por ahora nada.

-Bueno chicas, se terminó la tertulia; sigan sentadas con los brazos en alto, ¿dónde tienen la plata?

Sacó del interior de su campera un revolver pequeño. Nos hizo recorrer todo el primer piso. No encontramos nada. Yo sabía positivamente que mamá guardaba muy celosamente sus pertenencias. Nosotras muertas de miedo al percibir que estaba muy nervioso en el instante que revisaba el placard y luego la cómoda. Acarició a Juancho varias veces y el perro lo seguía, Perro zonzo, pensé, ¡no servís para nada! Se acercó y me dijo casi al oído:

-¡Apurate, piba, dale, no pierdas el tiempo, dale… Vos, seguro que sabés en que lugar está el dinero, pienso que tu mamá te lo dijo, ¿no?

-¡No, no, señor!…Mi mamá tiene ochenta años. Ayer la llevó mi hermano para que disfrute el fin de semana en su casa. Ella es muy desconfiada. Guarda que te guarda y no sabemos el lugar… ¡Se lo juro!

Sostuve su mirada que recorría toda mi figura. Observé sus ojos por los dos agujeros del pasamontañas. Eran negros, de mirada profunda. Sentí un cosquilleo por todo el cuerpo. Después, a Victoria la hizo sentar en la escalera y le ató las muñecas en la baranda; quedó ubicada de espalda a nosotros dos y la escuché sollozante decir, Agustina, Agustina… En unos segundos, el hombre, tranquilamente ingresó a la habitación, tomó mi cara entre sus manos y me besó apasionadamente, mientras, me susurraba:

-¡Me gustas… Agustina, me gustas! Sos hermosa. Apresurado sacó un bolígrafo de su saco y anotó un número de teléfono en la palma de mi mano. Sus brazos nuevamente tomaron mi cuerpo y al roce de nuestras manos percibí su ternura. De golpe le escuché decir muy suavemente:

-¡No, no!...Y con delicadeza me apartó de él.

Como el perro ladró fuerte lo llevó hasta la escalera donde estaba sentada mi amiga.¡ Me sonreí cuando descubrí que el arma era de juguete! Respiré tranquila, pero no dije nada, ni una sola palabra. Caminamos abrazados hasta la biblioteca. Con dedos temblorosos acarició mi rostro y me sentí hechizada. Victoria lloraba, él se acercó y la tranquilizó. Yo temblaba, pero ya no sentía miedo. Cuando decidió irse me abrazó fuerte, muy fuerte .Escuché el chirrido que hizo la puerta al ser abierta para salir él. Lo observé desde la ventana del living y embriagada de pasión. apenas pude conciliar el sueño y vislumbré el amanecer añorando sus besos. Victoria se había quedado profundamente dormida y la desperté para que tomara el desayuno. Me miraba pero no se atrevía a pronunciar palabras hasta que resuelta le dije:

-¿Alguna pregunta o comentario?

-Y…Sí… Tuve miedo por vos…!Estaba segura, segura que te violaría!…

Rápida y asombrada por su comentario le respondí acalorada:

-Victoria, te pido por favor que me escuches, es la primera vez que me besan…

- ¿Cómo? ¡ No lo puedo creer!… Comentó dudosa.

Entonces me acomodé en una silla para tomar fuerzas, y sin dejar de observarla y saber de sus reacciones le hablé de mi infancia en un campo de la provincia de Buenos Aires, en Trenque Lauquen. De familia pudiente y de colegios religiosos famosos con salida solo una vez por mes; internada, por la distancia, asistía a reuniones con compañeras de estudios, de familias austeras; así fue mi adolescencia, hasta que me independicé al quedarme a vivir con mamá ya que mis padres se habían divorciado no hacía mucho tiempo.

Victoria a media mañana se fue y al despedirse advertí en ella una mirada llena de intriga maliciosa. Esto me molestó, pero a través del tiempo lo que nunca supo es que el hombre que me llevaría al altar y hoy me sirve el desayuno en la cama y me acompaña con devoción y amor compartiendo nuestras vidas, es el mismo de ese día tan especial vivido por las dos en una noche muy fría de invierno.

Con los años y rememorando ese episodio, mi amiga me comentó con picardía que:

-A pesar del pasamontañas me asombraron sus ojos negros, parecían dos carbones encendidos. Además era un hombre suave.¿ Raro, no?... ¿En un ladrón? ¿No?...

-Y…Sí, le respondí, a mi me dio la misma impresión, sobre todo al sentir su rostro cerca del mío, y sus labios temblorosos. Largó mi amiga una poderosa carcajada y en tanto ella reía yo miraba impaciente mi reloj de pulsera pensando en la hora que mi esposo Mauricio cerraría su negocio de artículos para computación y me pasaría a buscar.

El tenía “su historia” que empezó y finalizó justo el día que recibí su primer beso. Lo veo dormir en la penumbra de nuestro dormitorio y acaricio sus párpados con la misma fascinación del momento que lo conocí.


jueves, 27 de octubre de 2011

Crónica de Juan Gossaín





F0t0:
desdecolindres.blogspot.com/2011_03_27_archiv...





"Cuando el último árbol haya sido talado, el último animal haya sido cazado y el último pez haya sido pescado, solo entonces, el hombre blanco entenderá que el dinero no se puede comer"
PROFECÍA DE LOS NAVAJOS DE NORTEAMÉRICA

"El petróleo es la sangre de la madre tierra. cuando el hombre blanco haya acabado con él, vendrá el desastre."
PROFECÍA DE LOS INDÍGENAS U´WA DE COLOMBIA
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Una mañana de mayo pasado, los viejos madrugadores del pueblo de Marytown, perdido en las costas que bordean el sudeste de los Estados Unidos, se levantaron como todos los días a echarles unas migajas de pan a los pájaros marinos que merodean con mansedumbre por los patios y que se han ido convirtiendo en sus amigos.

Lo que vieron los dejó espantados: las gaviotas de cabeza negra, que son tan bellas, también tenían negro el plumaje. Del pico les goteaba una mancha babosa. No podían levantar el vuelo de la arena, con las patas hundidas en una masa de chapapote pastoso, como el asfalto cuando se derrite. Una de las gaviotas miró a la gente pidiendo ayuda.

Según cuentan los testigos, más allá de la playa, cerca del río, tres garzas morenas habían muerto con los ojos despepitados. El guiso espantoso que navegaba corriente abajo, matando todo lo que se le atravesara, era la mezcolanza de petróleo crudo de la empresa British, que cayó pocos días antes a las aguas del Golfo de México.

A esa misma hora los alcatraces de la bahía de Santa Marta, al norte de Colombia, desayunaban su ración cotidiana de buñuelos de carbón. El periodista Antonio José Caballero, grabadora en mano, esperaba en la playa el regreso de los pescadores que habían salido a trabajar temprano. Mientras aguardaba, la cámara de su teléfono celular retrató la pala enorme de un barco carbonero que arrojaba al mar el polvo negro que sobró en las bodegas.

A esa misma hora, en las playas legendarias de Juanchaco y Ladrilleros, cerca de Buenaventura, los lancheros de cabotaje que llevan carga y pasajeros por los pueblos que se arraciman en las orillas del Pacífico limpiaban sus motores preparándose para un nuevo día de trabajo. Como si fuera la cosa más natural del mundo, arrojaban al mar el contenido de unos tanques repletos de residuos de gasolina, queroseno y diésel. Un langostino magnífico, que medía un jeme, iniciaba el día tomándose su primera taza de combustible. Cuando vi la fotografía en El País de Cali me dieron ganas de echarme a llorar.

A esa misma hora, en la zona industrial de Cartagena de Indias, abierta sobre la bahía del Caribe resplandeciente, los trabajadores de una compañía empacadora se sentaron a desayunar en los comedores de su empresa. En ese momento volvieron a ver, como venía sucediendo en las mañanas más recientes, que una nata de tizne cubría la superficie del café con leche, y que una mermelada negra, tan semejante al betún de limpiar zapatos, se había pegado al pan y al queso blanco.

Entonces, no aguantaron más. Se levantaron todos, sin que nadie los hubiera convocado, y comenzaron a golpear los platos contra los mesones. La algarabía se oyó en media ciudad. Las autoridades ambientales ordenaron el cierre de un muelle vecino, que se dedica a cargar carbón a cielo raso, sin mayores precauciones ni cuidados, sin tubos cerrados ni conductores protegidos. Seis días después el muelle fue reabierto.

A esa misma hora, en la región acuática de La Mojana, que cubre un gigantesco territorio húmedo de los departamentos de Bolívar, Sucre y Antioquia, bajaban resoplando los ríos Cauca y San Jorge, que se desbordan en caños y ciénagas. El apóstol Ordóñez Sampayo, que se ha gastado la vida defendiendo de la contaminación a campesinos, cosechas y animales, apareció en la plaza de Guaranda con el dictamen médico en la mano: los doctores certificaban que los tres niños que nacieron deformes tenían mercurio en el sistema sanguíneo.

El terrible mal de Minamata, como lo saben los japoneses, porque las empresas en cualquier parte del mundo, en Tokio o en Majagual, arrojan porquerías químicas a las corrientes, y primero se pudren las aguas, y después nacen degenerados los peces y los camarones, y después nacen sin ojos los niños cuyas madres, en aquellos caseríos extraviados de la mano de Dios, consumen esa agua y esos pescados.

En las cabeceras de ambos ríos, las compañías mineras, que buscan oro entre la tierra, hacen sus excavaciones con un sancocho de mercurio y ácidos. Arroyos y acequias se llevan el mazacote. Los bocachicos mueren con la boca abierta en los playones. Las espigas de arroz no volvieron a crecer.
En medio del desastre causado por las inundaciones, y como si fuera poco, las yucas harinosas de antes florecen ahora con un hongo químico a manera de cresta. El hambre campea entre los pocos ranchos que no se ha llevado el invierno. Las emanaciones de las lagunas huelen a lo mismo que huele un laboratorio de detergentes.

Hay que decir, también, que los empresarios mineros se defienden diciendo que Ordóñez Sampayo está loco. Claro que está loco: ningún hombre cuerdo expone su pellejo ni dedica su vida entera a defender a un ruiseñor, una mojarra, un plátano pintón, una mazorca de maíz o a una mujer embarazada que carga un fenómeno en el vientre.

Epílogo

Aquella mañana, cuando los pescadores de Santa Marta regresaron a la playa, el periodista Caballero los acompañó en su tarea de descamar y abrirles el buche a los escasos pescados que traían.

-¿Qué es eso? -preguntó, intrigado, al ver unas bolas negras en el estómago de un bagre.

-Carbón, amigo -le contestó uno de ellos, levantando el animal-. Pelotas de carbón. Eso es lo que comen ahora.

Caballero tomó más fotografías y se las llevó a algunos funcionarios de la industria carbonera.

-No se preocupe -le contestó el gerente-. Vamos a construir un nuevo muelle de última generación.

-No lo dudo -dijo el reportero, con una mueca de dolor que parecía sonrisa-. No lo dudo: será la última generación.

El día que Caballero me contó esa historia, y me enseñó sus fotografías, ya no sentí ganas de echarme a llorar, como la vez aquella del langostino bañado en combustible. Lo que sentí ahora fue rabia. Cuando ya no quede una sola hoja de acacia, cuando el último pulpo haya muerto atragantado con ácido sulfúrico y cuando nuestros nietos nazcan con un tumor de carbón endurecido en la barriga, entonces será demasiado tarde. Dispondremos de computadores infrarrojos de última generación, pero ya no habrá agua para beber; los celulares de rayos láser se podrán comprar en las boticas, pero el sol no volverá a salir; los niños encontrarán el algoritmo de 28 a la quinta potencia con solo cerrar los ojos, pero dentro de 20 años no sabrán de qué color era una golondrina.

Los invito a todos a ponerse de pie antes de que se marchite el último pétalo. Usen el arma prodigiosa del Internet para protestar. Hagan oír su voz. Que el correo electrónico de los colombianos sirva para algo más que mandar chistes y felicitaciones de cumpleaños. Porque, si seguimos así, el día menos pensado no quedará nadie que cumpla años. Ni quién envíe felicitaciones.

JUAN GOSSAÍN










Agradezco este envío de la Sra. Martha Tuso.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Ana Muela Sopeña






EL VERBO SIEMPRE ASOMA EN SU SILENCIO







*
A Rainer María Rilke, a propósito de su Octava Elegía de Duino

Tú miraste el misterio de este mundo
con los ojos del alma y del espíritu.

Entrenamos al niño
para que observe pronto
la realidad sin gusto ni placer.
Para que se cuestione cada acto.
Cada instante lo siente como una muerte lenta,
le quitamos el éxtasis
de simplemente ser uno con todo.
Y luego lamentamos
que vaguen extraviados por la vida,
como si nada fuera suficiente.

Los amantes no pueden concederse
la dicha del instante.
Han olvidado el arte de lo etéreo.
Ellos piensan que sólo
a través de su entrega podrán ser propietarios
del otro como un reo entre sus brazos.

Mas los amantes son sólo la puerta
de una percepción más elevada,
para sentir el cáliz de la mística
conectado a los cuerpos y sentidos.
La desnudez de un cuerpo es muy intensa
porque es una metáfora más grande
de otra desnudez mucho más honda.

Con el paso del tiempo
la influencia social es tan potente
que hemos despojado a la niñez
de su tiempo sin tiempo.

Y hemos despojado a los amantes
de ese paraíso de belleza
inmerso en horas lentas, sin relojes,
la espera de las cartas y los gestos.

Ahora casi todo es inmediato
y se mide en segundos o en minutos.

Pero el enigma habita en otra parte.
No habita entre los códigos binarios.
Habita entre la piel y las gaviotas.

Entre búhos y árboles,
entre los arrecifes de coral,
en murciélagos blancos y dispersos.

Una palabra siempre puede ser
el comienzo de algo
que nos lleve hacia estancias
por las revelaciones del espíritu,
el placer o el secreto.

A través de la puerta
el verbo siempre asoma en su silencio.

No podemos matar la infancia pura,
ni los códigos íntegros de amantes
con sus misivas libres
de manipulación o de sobornos.

Siempre que he recorrido cada verso
de la octava elegía de Duino
he sentido esa grata sensación
de que aún es posible
entrar en la emoción de la existencia
a través de los cuerpos desnudos del poema.









* * *
La expresión:

"cuerpos desnudos del poema"
pertenece al poeta Pere Bessó.
Aparece en este poema de su autoría:
http://perebesso.blogspot.com/2011/09/les-fosques.html


Eduardo Apodaca
me enseñó a amar La Octava Elegía de Rilke.
La leíamos una y otra vez
y nos tenía fascinados.
La primera vez que leí esta Elegía fue en 1981.
Desde entonces nunca me he cansado de esta Elegía de Duino.





*******







Ana Muela Sopeña, nace en Bilbao (España), en 1961. Comienza a escribir poesía a los 18 años. Estudia las carreras de piano y psicología. Ha sido administradora de empresa. Actualmente se dedica íntegramente a la creación poética y a la edición de otros autores de poesía. Fue, durante 25 años, compañera del poeta vasco Eduardo Apodaca que lamentablemente falleció en noviembre de 2006. Gracias a la relación con él aprendió métrica española y técnica. Tras la muerte de Eduardo abraza la poesía como algo necesario.










Administra doce blogs en Internet. El blog principal, donde publica su poesía: Laberinto de lluvia. Publica el blog Poesía de mujeres junto a la poeta chilena Rossana Arellano. Publica el blog Oasi de paraules de poesía en lengua española traducida al catalán por Pere Bessó. Es editora de Arbre del temps, un blog creado para Pere Bessó de poesía rumana traducida al catalán. Es editora de Oaza de cuvinte, blog rumano español, junto al traductor, periodista, filólogo y poeta Andrei Langa de Moldavia. Es editora de Poesía solidaria del mundo, junto a Fernando Sabido y de Estación de acacias junto al poeta Víktor Gómez. Publica el blog Oasis de palabras dedicado a dar a conocer poesía de varios autores y el blog Espiral del verbo donde comenta poemas de Pere Bessó. Publica su poesía traducida al catalán por Pere Bessó en Laberint de pluja. Publica su poesía traducida el rumano por Andrei Langa y Elena Liliana Popescu en el blog Labirintul de ploaie.


Ha sido traducida al catalán por Pere Bessó, al rumano por Andrei Langa y Elena Liliana Popescu, al portugués por Damio Cavalcanti y al euskera por Joanes Urkixo.


Ha sido antologada por André Cruchaga (El Salvador )en su espacio web Arte poética, por Fernando Sabido (España) en sus dos antologías, por Raúl Ferreiro (España), por Betty Badaui (Argentina), por Pedro Péglez (Cuba) en su blog Cuba Ala Décima. Ha participado en una antología (libro) realizada por Javier Pérez de Ayala (Madrid), ha participado en las antologías Mil poemas a Neruda 2011, y Mil poemas a César Vallejo 2011, compiladas ambas por Alfred Asís.


Ha publicado en la revista La trastienda (Argentina), editada por la poeta uruguaya Patricia Ortíz. Ha publicado en la revista Destellos nº 142, suplemento de lengua y literatura de la Universidad de Colima. México.



El presente poema ha sido transcripto del blog de la poeta: Laberinto de lluvia.






jueves, 22 de septiembre de 2011

Carlos Perazzi

Consumación del instante, Carlos Perazzi,

Buenos Aires, Ediciones Vigilias, 2011, 80 pags.

Se dice
-------Que el sol desciende
en mariposas de primera mirada
después de haber sobrevivido
----------------a tantas ilusiones muertas.

*

Acaso lo descubra al alba
libre de pensamiento hasta su límite de luz
hasta sus ojos vacíos de morir en las ruedas del viento
bajo la sombra de adioses y vigilias
Acaso él no exista pero está
su voz es mi voz aún sin decir
perdido en ningún lugar

*

Ser
siempre ahí
sustancia lenta del morir
Deseo de desear
----------------y no poder
algún trazo ilegible
de mi mismo.

*

Ando a deshoras
solo y sin paisaje
hasta que todo se detiene
en un instante desmesurado
de la ausencia.
Escultura del tiempo,
ocasos que vendrán.
Soy el que no es,
sospecho que habré de repetirme
ante los dioses;
basta un reflejo que me contenga.
Nada será cierto;
ni los crujidos del sol
en mi ventana,
ni este decir de mi cuerpo
entre las cosas.

*

Hacia abajo como si ascendiera en la punta de las palabras
voy sin nombre con todos los nombres entre dos latidos de
un instante incompleto Principio y final brizna del ser des-
vanecida sobre una hoja casi blanca donde esperan desde
-----------------siempre todos los que soy.

*

De lo que callo
son las paredes visibles
de mi pensamiento.

*

En la senda de las horas vencidas
la mirada arrastra
los colores del espanto
Nadie viene a rescatarme
de la pausa improvisada
en las paredes de mi cuarto
Por las rendijas
de todas las ventanas
echan a volar aves inútiles
que hilan en sus picos
deseos de polen contra el vidrio
En el aire inmóvil
se escucha la infinitud
y yo
desterrado de mí en mi
voy a estallar de mi sino.

*

Mientras el aire desordena los hilos
de la realidad
me demoro en la reseca garganta
de mis días
como un león que aturdido
por la presa
se hunde en lo profundo
de su salto.

Carlos Perazzi —Buenos Aires, 1943— ha publicado: Barrio y Palabras, Cuadernos Literarios 1991 de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires; y los poemarios: Itinerario de mareas, 2000, El silencio anterior, 2003, Escenas en fuga, 2007 y Consumación del instante, 2011, todos en Ediciones Vigilias, dirigida por Pablo Montanaro.


sábado, 10 de septiembre de 2011

Osmar Luis Bondoni


Jueves, 8 de septiembre de 2011




La poesía le abrió las puertas a la primavera (las flores, los brotes, las ganas de vivir) y por allí se colaron las golondrinas, que llegaron anoche trayendo su alegría y su belleza, y para recordarme que, como todos los años, ha llegado el momento de saludar a mis amigos para invitarlos una vez más a la resistencia y a seguir trabajando por las sagradas utopías.
Osmar


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---12


---Al vuelo de la golondrina no se le puede quitar, ni cambiar, ni agregar nada. Como debe ser el poema.




---17


---El vuelo de la golondrina es vacilante, signado por marchas y contramarchas. Cuando creemos que ha alcanzado la altura celeste sobreviene una caída que la lleva casi a rozar la sucidad de los techos. De pronto inmóvil, sigue una incontenible aceleración, para subir y bajar nuevamente.


---Así de sinuoso es el vuelo de la golondrina. Como el rumbo de quien busca la verdad.




---24


---Todos los años lo mismo. Primero las fresias, después las golondrinas, las nupcias del ciruelo... ¿Monotonía? No: eternidad.




Osmar Luis Bondoni


de "Papeles del hombre viejo", Buenos Aires, Ediciones Cinco, 2005.




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domingo, 7 de agosto de 2011

Eduardo Dalter






SIETE NOTAS DE INVIERNO





Poemas


Hasta tu cama
entran,

tensos, de esquina,
por tu piel,

y por allí
te andan,

quiebran tus cerrojos;
los hechos, las manos, las voces.

*

Como a cada beso lo borra
el viento que sopla y sopla,

ella pocea y pocea la arena,
pareciera, con más fuerza;

es el viento húmedo, poceado,
que escribe, escribe, escribe.

*

Dejá que entre la luz,
dejala que entre,

que se acomode,
que abra su valija;

no vayás a echarla;
dale de comer;

dejá que ande por la casa.

*

Amor marcado
de estos años.

A pesar de todo
vuela, vuelve.

Tibio es él;
a prueba es él.

Memorioso, dúctil
y carnívoro.

El da la hora
de esta hora.

*

Pasás ladeada, vida;
depende el barrio.

O acariciando con un ala,
o dando fuerte con el pico.

No pasás derecha, vida;
vos planeás, planeás.

*

Hermosura que te busco;
electricidad que es hermosura;

hermosura de una mano
en otra mano; de un cuerpo

en otro cuerpo; de una letra
que con otras es palabra;

palabra que te busca, me busca.
La oscuridad no es cosa nuestra.

*

Por la calle fría
un hombre va

metido en sí
hasta la médula

como representando
poemas de Vallejo,

cruza la avenida, tose
y se pierde entre la gente.

Eduardo Dalter
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JUNTO A LA VENTANA -
A Eduardo Francisco, que también miraba


Estaba junto a la ventana del bar, tomando café con un amigo, cuando de pronto, en medio de la charla, surgió el tema del futuro, que es, hoy por hoy, un tema del que nadie dice mucho.


Por otra parte, nadie da fe de lo que escucha cuando se trata el tema. Es como si la cuestión de la que se habla derivara en bueyes perdidos o en imaginerías sujetas con piolín.


Más: acerca del futuro, los jóvenes creen estar escuchando frases de clisé, y no es extraño que bostecen, se distraigan, o sientan otra vez que se está abusando de sus años.


Y tienen razón, porque el futuro ya pasó, o está terminando de pasar. Aquel pasado de entreguerra, y de la larga guerra fría, tenía un futuro, por cierto, que ya se concretó.


Hace 50 años, recuerdo, el futuro eran los robots, la computadora, los viajes al espacio, y una tecnología que iba a hacer posible que cada hombre trabajara sólo unas pocas horas al día.


Eso se decía, se escuchaba. Y la gente que podía ahorraba pensando en su futuro, aunque fueran monedas o sueños, porque había que estar preparado para esos tiempos anunciados.


Pero este presente aún no tiene futuro; hay que crearlo o no, aunque, por ser tan precaria su base, y estar tan desacreditado, no ofrece alguna posibilidad que se vislumbre.


Por otra parte, el mundo, la humanidad, no pueden hoy creer que el descaro tenga algún futuro a favor que no sea él mismo en su precariedad y en su pozo.


Además, la geopolítica, con sus misiles, y la economía, con su rapiña, no ofrecen otro horizonte, como para extender un crédito que no tenga las horas contadas y el aire escaso.


Lo que conocemos hoy son los restos y el reflejo de un futuro que ya se consumó, de un presente que alguna vez supo creer, e imaginar, acaso con alguna ligereza.


Este presente, le dije a mi amigo, así como se ve, aún no tiene futuro; sólo tiene semana que viene, o mes que viene, y techo bajo, muy bajo, piso incierto, y no se sabe bien adónde va.


Al futuro de este presente, o del que venga, hay que inventarlo; y no sé, no puedo saber, dadas las cosas, si será posible, o será creíble, en medio de este viento oscuro.


Queda por inventar primero un presente, hoy o mañana, que pueda sostener en sus horas una confianza, un brote, algún espejo. Mientras tanto, “es lo que hay”, dicen algunos, y ya sin más.



Eduardo Dalter

Temperley, agosto, 2011

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