lunes, 9 de diciembre de 2019

Molinos de viento N° 5


Molinos de viento no 5
Boletín de Artes y Letras - mayo 2019

Director: Osmar Luis Bondoni
osmarbondoni@yahoo.com.ar




CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera;
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

MIGUEL HERNÁNDEZ, español (1910-1942)




SAN JUAN DE LA COSTA*

I

La iglesia de madera cruje sobre la loma.
Se recorta en el alba
emergiendo de la oscuridad menguante.

El viento sisea entre las tablas.

Los huilliches la edificaron antaño.
Ahora la rodean con sus carretas de bueyes
entoldadas de blanco por ser día de difuntos.

La caravana hiende la bruma rumbo al camposanto.

Toda la semana los hombres han pintado las tumbas.
Las pequeñas casas de las ánimas
vibran con sus nuevos colores en la luz.
En este espacio recóndito del mundo
unas mujeres conversan sentadas sobre los túmulos.
Ignoran a los varones que se embriagan en la enramada
mientras los niños se asoman
curiosos y perplejos
a la cámara.

II

No parece que la lluvia vaya a cesar.
Sólo el relincho amortiguado
por el estrépito de las gotas contra el follaje
le hace frente.
Una figura encapotada se desvanece cruzando el camino.
La nebulosa profundidad de agua queda sola.
Abarca el barrido completo de la mirada.
Mengua los verdes.
Difumina las copas de las coníferas,
la ondulación de las colinas.
La cruz sobre el campana
rio se disuelve
en la borrasca de un cielo demasiado próximo.
Peligra el campeonato de chueca.


JORGE BREGA
jbrega@yahoo.com

* De Luz mala (2004). Este poema, del que publicamos fragmentos, recibió el 3er.
premio en el concurso “Por la senda del reencuentro chileno-argentino”, organizado
por la Federación de Residentes Chilenos en la Argentina con el auspicio del Consejo
Nacional de la Cultura y las Artes de Chile, en 2004


Pintura: Aldredo Hlito, argentino (1923-1993)
Ritmos cromáticos III (1949)

Sugerencia:
Cuarteto N° 4 en Re mayor, opus 83; y
Cuarteto N° 6, en Sol mayor, opus 101,
de Dmitri Schostakovich


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