viernes, 8 de diciembre de 2017

Feria de Artesanías La Rural 2017



   Víctor Nicolás Berbari presenta 
Artesanías en Hierro reciclado 
en el Stand 941 de esta Feria Internacional 
de Buenos Aires







¡LOS ESPERO!

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Acto de entrega de Premios 
en la XII Feria de Artesanías Buenos Aires 
en la Rural

Enrique Pepino, Presidente de Ferias Argentinas y de Fundart,
 hace entrega a Víctor Nicolás Berbari
del certificado que acredita Primer Premio en la categoría Metal Reciclado





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sábado, 2 de diciembre de 2017

Exposición de Iconos





En el Centro de Espiritualidad Palotina, Cuba 2981, 
barrio de Núñez de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el domingo 26 de noviembre a las 12 horas, se realizó la bendición y muestra de iconos realizados durante el presente año en el Taller de Iconografía dirigido por la profesora Nora Pizzi.









Taller de Iconografía


































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viernes, 11 de agosto de 2017

Siete Haiku

Haiku (Sonido al Este - Latido del Oeste)


A la memoria de Jorge Andrés Paita


1

Sobre la mesa fulge
la blancura del plato
con las ciruelas.




2


No logro leer,

en enjambre van signos
tras esa nube.




3


Insiste el sol.

Me pliego en abanico
dentro de mí.




4


¡Adiós, crepúsculo!

Labio sellado en fuego
el horizonte.




5


Resplandeciente

casita de muñecas
bajo la lluvia.


6


De nube plúmbea

perfil a contraluz:
cinta de plata.




7


Viene la luna

por el cielo de Oriente.
Hostia en la noche.





Cristina Berbari



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lunes, 19 de junio de 2017

Máximo Simpson (1927-2017)

Máximo Simpson (foto Ivonne Gutiérrez)
EL VISITANTE 


Es tan sólo un plumón, 
es minúsculo enigma, es infinito,
es criatura que llega cada día a mi patio,
y canta, 
canta mientras mi espíritu atardece. 
Su visita me prodiga esta hebra, 
este humilde laurel contra la muerte:
su pacífico vuelo de una rama a otra rama, 
de la nada a la nada.


AYER


Ayer me resbalé y estoy ausente,
y todo está muy lejos,
ya tan lejos,
rupicabro hacia afuera la casa de mi alma.

Ayer me resbalé,
se me cayó la furia,
ayer se me extraviaron los papeles;
quedé manco ya mucho
que todo el horizonte está muy lejos,
ya tan lejos.

Ayer qué raro el aire,
la cuenta de la vida;
se me desordenó toda paciencia,
se me salió el porqué,
se me cayó una letra,
la más leve y rabiosa que ha existido, 
la letra más impura, la más pura,
se me cayó hacia lejos.

Ayer me resbalé,
y perdí el horizonte::
no había trenes tal vez a esa hora,
no había barcos tal vez,
no había lamentos.




miércoles, 31 de mayo de 2017

Eduardo Dalter

Eduardo Dalter en Londres (2013)

DESTINOS 
(Casi una poética)


                      Tu destino te sorprenderá
cada momento
                                                           WILLIAM BLAKE

Desde qué orilla abrir, cerrar 
        los ojos; 
desde cuál punto de qué orilla. 
        Cada orilla, 
cada punto de orilla adelanta, 
        en su cielo 
y horizonte, una respuesta 
        diferente 
que supone cada palabra que 
        se imagine 
o que se diga. Todo camino 
        comienza 
a abrirse según donde decida 
        afirmar 
uno los pies y hacia dónde 
        apunte 
uno su historia y su mirada. 
        Uno eligió 
–o eligió por uno el fuerte 
        viento–
cada segundo, cada 
        rumbo, 
cada sendero ahondado o 
        vasto 
y nada puede salvarse en 
        un cruce 
ni en un momento solo que 
        se abra. 
La suerte, o mala suerte, 
        siempre 
estuvo despierta y estuvo 
        echada 
como una apacible leona  
        al pie del árbol. 

De 7 Poemas (2006) del poeta argentino Eduardo Dalter

Publicado en la Revista "Crear en Salamanca"


sábado, 6 de mayo de 2017

GUERNICA




El "Guernica" de Picasso




A 80 años del genocidio de Guernica




Por Rodolfo Alonso *

A metros de la Casa Rosada, junto a la estatua de Juan de Garay, Buenos Aires ostenta desde 1919 un retoño del más que secular Árbol de Guernica, emblema sagrado de las libertades vascas. Anterior incluso a la existencia de España como estado nación, a partir de Isabel y Fernando los reyes acostumbraban jurar bajo su sombra venerable respetar los fueros de Euzkadi.
Acentuando su fuerte simbolismo, ese magnífico Roble sobrevivió, en medio de un hito legendario, la guerra civil española (1936-1939), a otro hecho de trágica resonancia. El 26 de abril de 1937 la vieja villa de Guernica fue literalmente reducida a polvo, junto con buena parte de su población, por los flamantes aviones nazis de la Legión Cóndor.
El 18 de julio de 1936, militares conducidos por Francisco Franco se sublevan contra la legítima República española. Controlados y muchas veces vencidos por el pueblo en armas, los milicianos recuperaron en Madrid su principal reducto, el Cuartel de la Montaña. Así comenzó la última guerra de hombres, y la primera contra el fascismo. Contra los fascismos, que reaccionaron de inmediato.
Del principio al fin, Hitler y Mussolini cooperaron con la rebelión enviando sus mejores tropas y modernos adelantos bélicos, decisivos para la victoria franquista. Goering probó allí su naciente Luftwafe, y más de 700 pilotos alemanes cuidadosamente elegidos volaron para Franco. Ensayaron bombardeo de ciudades, blitzkrieg o guerra relámpago, terror sobre poblaciones civiles, ataques aéreos en picada y táctica de apoyo directo a las tropas de tierra. Sin olvidar los tristemente célebres tanques Panzer I.
Esas crueles experiencias fueron invalorables, al estallar casi de inmediato la segundo guerra mundial (1939-1945), para los primeros éxitos nazis en toda Europa. La misma Europa que abandonó a los republicanos españoles. Que sólo contaron con la ayuda, sobre todo inicial, de la URSS y el apoyo permanente del México de Lázaro Cárdenas, sin olvidar las heroicas e indomables Brigadas Internacionales.
El 23 de abril de 1937, el jefe de la Legión Cóndor, Wolfram von Richthofen, primo del famoso as de la aviación alemana en la primera guerra, anota en su diario: “¿Qué se puede hacer? La Legión Cóndor se retira. No se puede dirigir a una infantería incapaz de atacar posiciones débiles.” Y al día siguiente: “¿Conseguiremos destruir Bilbao?”
El 26 de abril, a las 14:30 la campana mayor de Guernica repicó alertando sobre un ataque aéreo. Era día de mercado. Se corrió a los sótanos. Un solitario bombardero Heinkel 111 de la Legión Cóndor arrojó su carga letal en el centro y desapareció. La gente dejó sus refugios para socorrer heridos. Quince minutos después, la escuadrilla completa de la élite aérea nazi sobrevuela Guernica. Cierto número de cazas italianos Fiat CR-32 y Fiat-Ansaldo participaron también. Hubo una estampida para huir al campo, pero cazas Heinkel 51 ametrallaron sin piedad hombres, mujeres, niños. Sin embargo, faltaba lo peor.
A las 17,15 cuarenta bombarderos Junker 52 arrasan minuciosamente la ciudad, en pasadas de 20 minutos durante dos horas y media. Arrojaron desde bombas medianas o pequeñas hasta de 250 kg, antipersonales e incendiarias. Los testigos describen escenas apocalípticas. Familias enterradas por los escombros de sus casas o aplastadas en refugios. Vacas y ovejas ardiendo por el fósforo blanco, enloquecidas hasta morir entre ruinas en llamas. Salvo la Casa de Juntas y el Roble milenario, no alcanzados por hallarse fuera del corredor aéreo que los pilotos alemanes siguieron disciplinadamente, Guernica era una pira de fuego, humo y terror.
El gobierno vasco sostuvo que un tercio de la población (1645 muertos y 889 heridos) sufrió en carne propia el bombardeo. Al día siguiente, 27 de abril, la prensa británica anuncia la destrucción de Guernica, y el 28 tanto el Times como The New York Times publican el célebre artículo de George L. Steer. La indignación mundial es inmensa e inmediata. El 29 de abril el cuartel general de Franco emite un comunicado, donde intenta adjudicar la responsabilidad a “las hordas rojas al servicio del perverso criminal Aguirre”, presidente de Euzkadi.
La mayoría de los vascos eran católicos y moderados o conservadores. Se unieron al Frente Popular en defensa de sus fueros seculares. A diferencia de la Iglesia española, que apoyó vivamente la “Cruzada”, fueron acompañados por sus sacerdotes. Yo mismo recuerdo una foto en la cárcel franquista, donde cien curas vascos rodean al dirigente socialista Julián Besteiro.
Sólo tras morir Franco (1975), como exigió su autor, el cuadro más renombrado de Picasso, pintado frenéticamente entre mayo y junio de 1937, pudo exhibirse en España. Quizá no todos quienes acuden al Museo Reina Sofía saben, hoy, a qué alude su sobrio título: “Guernica”. Durante la ocupación de Francia, al preguntarle ante la misma obra un oficial nazi: “¿Usted hizo esto?”, Picasso contestó simplemente: “No, esto lo hicieron ustedes.”
Como prueba, baste lo declarado por Goering en el juicio de Nuremberg (1945-1946) a criminales de guerra nazis: “Cuando estalló en España la guerra civil, Franco pidió auxilio a Alemania, y en especial apoyo aéreo. El Führer vacilaba, y yo le aconsejé con energía que bajo cualquier circunstancia otorgase ese apoyo: en primer lugar, para impedir la extensión del comunismo en esa zona, pero también para poner a prueba mis nacientes Fuerzas Aéreas en una serie de detalles técnicos. Con autorización del Führer envié gran parte de nuestra flota de transporte y numerosos cazas y bombarderos, así como cañones antiaéreos. Pude comprobar en condiciones de combate si el material era eficiente. Para que el personal adquiriese además experiencia práctica organicé una rotación continua mandando constantemente unidades nuevas y repatriando las anteriores.”
Esa fría pero precisa enumeración, de por sí escalofriante, se hace estremecedora si la contraponemos con las imágenes concretas y a la vez inimaginables del horroroso genocidio sufrido por Guernica. Nadie lo rozó tan hondamente como un íntimo amigo de Picasso, el gran poeta francés Paul Eluard, en su indeleble poema “La victoria de Guernica”: “Os han hecho pagar el pan / El cielo la tierra el agua el sueño / Y la miseria / De vuestra vida ///  Las mujeres los niños tienen igual tesoro / En los ojos / Todos muestran su sangre // El miedo y el coraje de vivir y de morir / La muerte tan difícil y tan fácil // Parias la muerte la tierra y la fealdad / De nuestros enemigos tienen el color / Monótono de nuestra noche / Daremos cuenta de ellos.”

* Poeta, traductor, ensayista.

Alberto Luis Ponzo

12 de junio 1916 - 2 de mayo 2017




Alberto Luis Ponzo


LUGARES COMUNES

En los coches de las estaciones
en los negocios  
dentro de los libros de tapas miserables
o en el aire que los quema


En las leyes abandonadas 
en los días secuestrados al tiempo 
en los cuerpos desnudos
en todo lo que se entiende para morir 
en las palabras


Fuera del lugar común de la sangre 
en el viejo reloj
en la cuerda que se da a los muñecos


En todas partes  
y en ninguna
en el vidrio golpeado por la lluvia 
donde hay sombras que mueren


Sobre todo donde hay que vivir 
con un ojo cerrado y otro abierto   
con la mesa vacía de los otros 
con el peso de todos en la única balanza

Si tengo que estar en algún sitio 
si donde estoy hay algo 
si hay alguna manera de que las cosas sean 
como las nombramos  
estos son los lugares que propongo 
los lugares comunes.



Del libro "A puertas abiertas" (1969)

viernes, 14 de abril de 2017

Marta Rotonda - Poema



Cambio de destino 



Confieso haber tenido miedo. Sí, yo que he nacido para provocarlo,

cuando el agua me llegó hasta el cuello, sentí miedo.

Aunque al principio, me resultara un juego desafiar con mi pecho la corriente.

No iba a asustarme una tormenta más o menos ruidosa y aguacera,

yo , que había montado vela a cielo abierto esperando al viento barrendero ...

Pero qué caray, esta vuelta, a esa vieja celestina que es la lluvia

se le fue la mano en el casorio del agua con la tierra

y la cubrió con un abrazo que terminó por asfixiar

a quien saliera en contra de testigo…

Yo me ladeé un poco, como asintiendo al ardor de la correntada.

Pero empezaron a chocar contra mi cuerpo

trapos y desechos y hasta animales muertos…

Y cuando el agua fue tanta como el cielo, para asombro de mi función sobre la tierra,

vino a posarse en la copa del sombrero

una bandada incrédula.

¿Qué había pasado? ¿Es que el temor dulcificó mis rasgos?

Las olas fatigaban su machete desmontándolo todo

Y cuando mi único pie, al sentir la tierra barro y lodazal y agua barrosa

abandonó su función de raíz

me sentí flotar, navegante, barca yo mismo,

hasta que la ropa que me daba forma, me ancló en una cuna de ramas sumergidas…

No sé cuánto tiempo habré pasado sin saber de mí ni del entorno…

Ahora diviso el sol desde otro cielo

entramado mi cuerpo entre el ramaje.

Otros seres sin alas me rodean que se desplazan libres como si fueran pájaros …

Hago un esfuerzo de memoria: peces se llaman.

Así los nombraban en los tiempos de antes

los que pasaban a mi lado con sus cañas

rumbo al inocente arroyo que se volvió tan fiero..

Quiero mostrarme vivo y levanto,

de paja y trapos, mi alucinante mano..

Los peces se sorprenden y ensayan un rodeo preventivo…

una vez y otra vez y otra y otra…!

¡Es cierto que estoy vivo!

¡Círculos de agua dibujo en el agua con mi mano!

He cambiado la línea de horizonte, no el oficio


Espantapeces soy ahora, aunque los ame tanto…!




Marta Rotonda - Relato




Caballito criollo
De chica viví en Tandil. Era la época en que la ciudad era pequeña y todo quedaba relativamente cerca. En mi caso, tenía la escuela a cuatro cuadras de mi casa y, salvo los días de lluvia o de mucho frío en que mi padre no podía acercarme hasta ella en camioneta, me tomaba el colectivo “colorado”. Los demás días, iba caminando. Entonces, sí o sí, tenía que pasar por la esquina de 4 de abril y Montevideo donde un italiano de ojos azules y bigotes rojizos había  instalado su talabartería. Talabartería: qué nombre extraño para un rubro tan bien conocido por los que entonces vivíamos  más o menos conectados con las tareas agrícolas o ganaderas.
Cualquiera que pasara por delante de ese local, no podía evitar la evocación del campo: había olor a cuero crudo, convertido en rebenques, en cinchas, en monturas, en vainas de facones y quién sabe en cuántas cosas más que mi mente infantil no alcanzaba a registrar.
Así pues, los años del primario transitaron día a día por delante de ese caserón de ladrillos vistos, de puertas altas y alargadas, cuyas habitaciones principales se habían convertido en salón de exposición y ventas. Aún recuerdo cómo cedía su piso de tablas de madera a la presión de la más leve pisada. Y el temor que tenía yo porque se hundiera y me hiciera aparecer en el sótano que seguramente  serviría de depósito. Aunque en realidad, no había entrado a ese local más de una decena de veces.
¿Qué tendría que hacer allí una niña, metida entre paisanos emponchados y botas embarradas?
Pero no era necesario adentrarse demasiado en el local para ver al hermoso caballo embalsamado que, elegante y bien plantado sobre sus cuatro patas, me tenía fascinada. Con unos ojos de vidrio y una expresión que lo hacía suponer vivo, día y noche, velaba el animal la entrada al recinto…
Yo pasaba y lo miraba y lo saludaba en voz baja diciéndole “hola Amigo”.
Un día en que se acercaba una fecha patria, en la escuela nos dieron un poema para aprender de memoria: se llamaba “Caballito criollo” de Belisario Roldán.
“Caballito criollo del galope corto / del  aliento largo y del instinto fiel…”
Al tratar de memorizar cada verso, se me presentaba mi Amigo y yo vibraba de emoción imaginándolo el protagonista del  poema .Era la etapa en que a los niños se les despierta el amor a la Patria y a sus Símbolos…
“Caballito criollo que fue como un asta /  para  la bandera que anduvo sobre él…”
Ah!, mi Amigo asumía ahora su epopeya ilustrándome esos versos que yo no alcanzaba a comprender del todo…
“Caballito criollo que de puro heroico / se  alejó una tarde de bajo su ombú
y  en alas de extraños afanes de gloria / se trepó a los Andes y se fue al Perú…”
                Quiso el destino que la maestra me eligiera para que recitara el poema en esa fiesta patria. Lo había memorizado muy bien, esforzándome por acompañar con los ademanes el sentido de los versos. La noche anterior al festejo, me acosté temblando de emoción. Repasé  mentalmente las estrofas hasta que me fue venciendo el sueño…
               Las puertas de la talabartería estaban abiertas de par en par. Cuando pasé por el lugar, mi Amigo asomó su cabeza y luego todo el cuerpo. Con un relincho, me invitó a subir. Para hacérmela más fácil, se fue acercando al banco de piedra que había a un costado de la entrada. Así pude treparme a su lomo. Montada en pelo y tomada de sus crines, atravesamos las calles de la ciudad. Cruzamos las vías del tren. Más allá, empezaban a ralear las viviendas. Los caminos de tierra marcaban el rumbo a la aventura….”Y en alas de extraños afanes de gloria…”
Anduvimos entre pastizales que volvían invisible lo desparejo del terreno. Finalmente, se nos interpuso un arroyo. No era demasiado ancho. Incité a mi Amigo a cruzarlo pero falló y cayó doblando sus patas delanteras. Fui despedida. Me despertó mi propio grito. Era ya la mañana. Me vestí rápido y sin querer tomar el desayuno, partí rumbo a la escuela. Lloviznaba. Justo venía el colectivo. Me apuré a detenerlo cruzando en diagonal a la talabartería.
Mi recitado fue un fracaso. Shockeada tal vez por el mal sueño, no pude avanzar más allá de la primera estrofa. Todos me aplaudieron igual.
El camino de regreso a casa fue angustiante. No podía asumir ese fracaso.
Al llegar a la esquina de 4 de abril y Montevideo, noté que algo raro había sucedido dentro de la talabartería. Me acerqué a la entrada del local y, de un vistazo, noté que no estaba allí mi Amigo.
El italiano de ojos azules y bigotes rojizos me dijo sin lograr salirse de su asombro:- “ Cuando vine a abrir esta mañana, me encontré con que el caballo tenía las patas delanteras quebradas…No sé qué ha pasado. Y tuve que retirarlo porque era imposible volver a ponerlo de pie…-“