Cristina Berbari - Fija Vértigos
domingo, 1 de mayo de 2022
sábado, 21 de noviembre de 2020
lunes, 12 de octubre de 2020
Luis Benítez en la Feria Internacional de Frankfurt 2020
domingo, 23 de agosto de 2020
Reseña sobre “Los amantes de Asunción” de L. E. Benítez
“Los amantes de Asunción” 1ª ed., San Martín, Vestales, 2019. 528 pp.
Yo estaba dormida cuando Usted se retiró de mi casa paterna, Alguien afirmó
Que era Usted una de las mentes más brillantes que había dado el país. Por aquel tiempo parecía impensable que alguna vez yo fuera a convertirme en su Aurelia.
Usted, para ese entonces, ya era Sarmiento.
Palabras que el autor pone en labios (o en el pensamiento) de Aurelia Vélez Sarfield cuando, muchos años después, ella recuerda el momento en que por primera vez se vieron: ella tenía unos nueve años, él tocaba la treintena.
La novela se divide en tres partes: “Lo que vendrá”, “Recuerda, Aurelia, recuerda” y “En alta mar”, partes que a su vez se fragmentan en sesenta y siete capítulos consecutivos. Al eje de los personajes principales se concadenan otras dos líneas argumentales. La presencia de un periodista estadounidense, Harry Howard, enviado por su suegro a Asunción del Paraguay para entrevistar a Sarmiento y escribir su biografía, “que a nadie le interesará”, según el propio Howard. Por otro lado, el destino de una familia argentina radicada en Asunción, integrada por el padre, sus dos hijos, y un ayudante mestizo. El hombre, ex combatiente en la guerra de la Triple Alianza (Brasil, Uruguay y Argentina contra Paraguay) aún espera que el actual presidente de Argentina, Juárez Celman, le restituya su cargo militar y le otorgue una pensión, porque hasta ese momento la espera ha sido vana. Vemos que el autor se vale de personajes y de hechos reales, como en el caso de Sarmiento, además de adoptar el biografismo ficcionalizado y personajes auténticamente ficticios.
Ficción y realidad se entrelazan en esta obra muy bien documentada, un gran trabajo de L. E. Benítez que, mediante un lenguaje transparente y fluido y siempre equilibrado, hace placentera su lectura y mantiene constante la atención del lector.
Pienso que se trata de una novela de amor a través del cual, por el rol destacado de los protagonistas, desfila toda la historia argentina de la época y la época misma.
Ahora Sarmiento está al borde de la muerte pero al no poder Aurelia afrontar esta situación decide viajar a Europa. Ella no deja de pensar en su amado Mingo y esos pensamientos componen una verdadera biografía de ambos... Paría, Ginebra, Roma, en todos los sitios, porque para el amor todos los sitios son un solo sitio, está “su” Mingo acompañándola.
Aurelia, la hija de Dalmacio Vélez Sarfield, redactor del Código Civil; Aurelia, una mujer singular que se rebeló contra todos los prejuicios de la época, desde su casamiento con un primo que terminó en separación y escándalo, hasta su relación amorosa con Sarmiento (un hombre casado que vio en ella “una brillante inteligencia”, “una destacada belleza”), Sarmiento, el exiliado en Chile por oponerse a Rosas, el consejal por la provincia de Buenos Aires, el senador de la Nación, el embajador, el Presidente de la Argentina, el “Loco”, como lo llamaban.
Si bien la relación entre ambos era un secreto a voces, Benítez no entreabre puertas y tanto en el barrio del Tambor como en la casita de la isla del Delta donde tenían lugar sus “encuentros” íntimos, el autor con sabiduría tiende un manto translúcido sobre los amantes, donde ya no vemos imágenes sino escuchamos voces entrecortadas: “Mingo, Mingo mío... mi Aurelia”, logrando uno de los picos sobresalientes de su novela.
Esta obra nos transporta a otra época (siglo XIX) donde detectamos conflictos, peleas por el poder, divisiones internas, no tan diferentes a las que periódicamente sufre nuestra patria. Cito: “Antes realistas versus independentistas, padres contra hijos,... Después unitarios contra federales, y federales tibios también contra federales enragés. Luego los de la Confederación contra los porteños... alsinistas contra mitristas, mitristas contra roquistas, mitristas y roquistas contra juaristas...”
Y acá me detengo. Me pregunto y les pregunto:
_Señores ¿hasta cuándo?
Llevándonos atrás en el tiempo, Benítez en esta novela nos hace reflexionar sobre el futuro.¡Reflexionemos!
Cristina Berbari, agosto 2020.
sábado, 8 de agosto de 2020
LOS AMORES DE LA REINA MARGOT
lunes, 15 de junio de 2020
Molinos de viento n° 9
Boletín de Artes y Letras
Año 1 - No 9 - Septiembre 2019
Director: Osmar Luis Bondoni
LA MARCA*
Cuando compró la casa, el gato ya estaba. Lo vio cuando salie-
ron al patio con el agente inmobiliario. A pesar de que el pasto le
llegaba a las rodillas, pudo distinguirlo: gris, con manchas blancas,
la oreja derecha con un repulgue de sangre seca. Nómade, como él.
No se hizo problema: le gustaban los gatos y la casa estaba a muy
buen precio.
Cortó el pasto del jardín y se encargó de la poda. Había pasado
una semana desde la mudanza y el gato no se mostraba.
El décimo día, mientras preparaba café, oyó el maullido y se acer-
có a la ventana del patio. Una imagen simple: un gato orinando en
el pasto.
La escena se convirtió en rutina: hubiera sol, tormenta eléctrica
o una leve brisa, el gato orinaba siempre en el mismo lugar.
Él entendió que indicaba un punto preciso en el parque. Como si
la naturaleza le estuviera revelando un secreto. Salió con la pala en
mano y cavó, sobre la marca exacta de pasto amarillo.
Después de media hora se encontró sudando, con la vista fija en
el pozo. Una lombriz se deslizaba por la tierra negra y húmeda. Con
una palada la partió en dos, por mera venganza al sentirse estafado
por un gato.
Cada mitad de lombriz bifurcada siguió su camino en dirección
opuesta. Él se metió en la casa.
A la noche salió a regar. Ignoró el pozo todo el tiempo que pudo,
pero a escasos metros notó una figura gris. Manchas blancas. El
repulgue de sangre seca en la oreja. El cuerpo acurrucado. Su lugar
para morir.
Tapó el pozo con suavidad, tratando de que la caída de la tierra
fuera una caricia. Le inventó un nombre y dijo unas palabras de
despedida.
A pesar de que habían pasado tres meses desde el entierro, sobre
la tumba no crecía el pasto.
Él vuelve al jardín con la pala. Mientras la hunde en la tierra,
imagina el momento en que la punta toque el cuerpo en descompo-
sición, desgarre el poco pelo y cava más y más fuerte, pero el gato
se ha ido. Nómade, como él.
Dos lombrices se deslizan por la tierra negra y seca.
NICOLÁS BARRASA
nicolasbarrasa@gmail.com
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* Segundo Premio en categoría narrativa del 18vo. Concurso Nacional en
Poesía y Narrativa de Azul, Pcia. de Buenos Aires.
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LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
PIEDRA NEGRA
SOBRE UNA PIEDRA BLANCA
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
MARC CHAGALL, bielorruso (1887-1985)
Las luces del matrimonio (1945)
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a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos.
CÉSAR VALLEJO, peruano (1892-1938)
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Canciones sin palabras, obra completa (8 volúmenes) en su
versión original para piano, de Félix Mendelssohn
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Molinos de viento n° 8
Molinos de viento nº 8
Boletín de Artes y Letras - Agosto 2019
Director: Osmar Luis Bondoni
osmarbondoni@yahoo.com.ar
ANDREA MANTEGNA, italiano (1431-1506).
Lamento sobre Cristo muerto. |
EL CRISTO DE MANTEGNA
El cuerpo verde pálido empieza en los pies
avanzando a proa. La ley del espacio
no dio otra opción
que empujar la cabeza hacia el fondo.
En esta yacencia clínica, la divinidad
es sometida a la autopsia
de la perspectiva. La superficie es terrosa
en el rostro de la aflicción, cercado
por cabellos de sombra y abajo
la sangre seca de los cuatro orificios
entregada a la gravitación.
Como prensada, la masa total
se aplasta al planeta
aplazando la gran promesa
por la belleza de lo pesado
y la torturada arcilla
de la madre inclinada, su lágrima campesina.
Este maniático del ojo realista
mantuvo a su padre difunto
sin sepultar por varios días. Quería
saber más de la muerte que el propio modelo,
demorar los límites del cadáver
y definir el cuerpo místico
por la verdad terrestre de la forma sensible.
Por el momento, la escena
pertenece a este mundo. En el sótano clandestino
se consuma el sacrilegio y afuera
el claro cielo italiano espera su presa.
JOAQUÍN O. GIANNUZZI, argentino (1924-2004)
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Tolstoi), de Leos Janacek.