EL ERRÁTICO JUEGO DE LA IMAGINACIÓN
La poética de Antonio Tabucchi
de Daniel Alejandro Capano
(Editorial Biblos, Buenos Aires, 2007, 265 páginas.)
Desde el prólogo dice la Profesora María Esther Badín: "Entre los aciertos que se contienen en este difícil, acometido ensayo, le cabe el mérito de anteponer a la seducción, a la innata tentación de permitirse "concluir", el realizar casi lo opuesto: franquear, desarrollar intuiciones, deducciones, reflexiones sobre las huidizas, incontables voces contenidas en una obra/ autor. Y no únicamente porque el escritor esté vivo y en plena producción, sino en general y siempre, ya que no se discute -por demás se comprende- que la obra, siendo algo vivo, no puede cerrarse definitiva o consumadamente...
Daniel Capano, naturalmente inclinado hacia las problemáticas inherentes a la narratología -semióticas y teorías literarias-, ha realizado una particular y amplia "mostración" del escritor antes que concentrar su camino hacia un corolario convergente. No sólo lo explicita sino que se confirma en las Conclusiones que no son ortodoxamente tales, sino cuanto puede re-presentarse como término de una investigación de esta envergadura, dada las condiciones.
Apasionado lector de Tabucchi, es llamativo que lo exponga narrándolo al tiempo que lo puntualiza desde variadas angulaturas como textos, intertextos y metatextos culturales. La suya es una honesta y declarada confesión de las numerosas e inquietantes derivaciones cuyas reflexiones le fueron impuestas por una lectura entusiasmada.
"La obra de Antonio Tabucchi se halla atravesada por una fecunda diversidad [...] como también por preocupaciones concentradas en los valores humanos", escribe Capano. En el marco de los grandes y característicos opuestos, el estudioso descubre el encanto que deviene del entramado del estilo, que "es una seductora alianza [...] entre el lirismo cautivador y una prosa de ritmo armonioso" con la que se alcanza lo profundo con estructuras simples, prefiriendo y construyendo una elaborada expresión "ajustada y elegante"...
El itinerario con que el ensayista va expresando, esponiendo a Tabucchi, evidencia los lineamientos de un recorrido mental que se estructura en amplios inventarios de variada tipificación, que se van ofreciendo como guías. La memoria y la lusitaneidad, la reflexión y el sueño, la función didáctica de la ironía y la turbación sorprendente de la otredad, del rebus al triller ontológico, entre otros, señalan y delinean, sin definir, a un escritor original: parte de ese Tabucchi onírico, alucinado, misterioso, ensoñado visionario que, aun así y por más de un motivo, es indefinible.
El itinerario con que el ensayista va expresando, esponiendo a Tabucchi, evidencia los lineamientos de un recorrido mental que se estructura en amplios inventarios de variada tipificación, que se van ofreciendo como guías. La memoria y la lusitaneidad, la reflexión y el sueño, la función didáctica de la ironía y la turbación sorprendente de la otredad, del rebus al triller ontológico, entre otros, señalan y delinean, sin definir, a un escritor original: parte de ese Tabucchi onírico, alucinado, misterioso, ensoñado visionario que, aun así y por más de un motivo, es indefinible.
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PROSODIAS DE LO INCIERTO
de María Dolores Lucero
(Botella al Mar, Buenos Aires, 2007, 72 páginas)
Este libro de poemas, editado en 2007 por Botella al Mar e ilustrado por Florencia Herrera, tiene un acápite que nos abre las puertas al mundo íntimo y misterioso de la autora: “Tú que me lees ayúdame a nacer”, de Clarice Lispector.
Es una invitación a desentrañar en los artilugios de la poesía aquello que es inexplicable: el Ser, su esencia, la otredad, el extrañamiento, el asombro, la perplejidad ante el mundo mediante una mirada que va aprehendiendo de a poco los instantes.
El dolor, la esperanza, el hacerse, deshacerse y renacerse se intercambian en la voz monocorde que va desgranando su hondura en cada palabra.
Este libro está dividido en tres partes: Navegación del fuego, Navegación del juego y Navegación del miedo; cada una distinta pero, juntas, una integridad, una experiencia de vida, un acto de autoconocimiento, un camino y una conclusión.
En la primera, Navegación del fuego, comienza con un verso inquietante: alguien cruza un umbral. Y eso es la poesía: trasponer un umbral, ingresar a otra dimensión, hurgar dentro de sí y tratar de salir con algo nuevo en las manos.
Prosodia de lo incierto son palabras de un poema de esta primera parte. Y nos está hablando de la vida. De esa cadencia que nos va llevando hacia lo desconocido, sin certezas, con el interrogante siempre a flor de piel, porque la poesía misma es una siembra de interrogantes, de planteos, de incertidumbres, de escribir sin alcanzar, porque no hay meta.
En ese viaje con cada amanecer inauguraba ábacos de resistencia/ dormía contando púas de alambrados; la loba tiene la piel erizada; soy la cicatriz de lo que llevo adentro; quién soy le grito a mi paisaje de intemperie; que ascienda la palabra entonando los nombres. Ella dice y enciende el fuego, ensaya sortilegios: mi canto esa ansiedad esa porfía, o sea, la íntima batalla que se libra para curarse las llagas y renovarse la piel. Navegación del fuego termina con un verso que nos habla de construcción: amasamos el pan.
En Navegación del juego cambia el tono. Los elementos que constituyen la poesía son más lúdicos. Nos remiten a la niñez: peces, mariposas, flores, orquídeas, arañas tejedoras de colores, lagarto, fantasmas y también el hombre y la mujer jugando el eterno juego de la seducción.
¿Acaso la poesía no es también un arte lúdico, un artilugio, una ilusión en la que las palabras se entrelazan y juegan su propio juego? Dice: y la joven / la del sombrero negro / besa / apasionadamente.
En la última parte, Navegación del miedo, desaparece el verso pero no la poesía. Lo dicho y lo no dicho forman una unidad en los dos textos que la componen.
El primero introduce al segundo, aunque a tientas: a soledad le deja sus pulseras su hastío la melena revuelta a soledad le gusta el sabor de la sal la carne con su bestia cuenta en sus ojos trampa de amor viajera la derrota es victoria. Estas últimas palabras nos hablan de un renacer.
En el segundo texto la acompañan Marguerite y Clarice en un viaje hacia adentro de sí misma, acompañado por el rítmico golpeteo de una pelota de tenis. El recorrido es un incesante desgranar de imágenes poéticas más silencios expresivos, que se van acumulando hasta que un único sentido se convierta en un rescate de sí misma del fuego que devora y del juego que encubre el miedo.
Finaliza con estas palabras: llueve como si nunca sin piedad agua viva de luz agua viva de sombra agua sagrada les hablo desde el viaje donde estoy siendo.
Por último quiero destacar el acierto con que fueron intercalados los dibujos de Florencia Herrera. Cada uno completa el sentido desde la imagen gráfica. Ambos géneros confluyen en un mismo sendero para decir y, de esa manera, Ser.
Comentario de Elsa Copati
Es una invitación a desentrañar en los artilugios de la poesía aquello que es inexplicable: el Ser, su esencia, la otredad, el extrañamiento, el asombro, la perplejidad ante el mundo mediante una mirada que va aprehendiendo de a poco los instantes.
El dolor, la esperanza, el hacerse, deshacerse y renacerse se intercambian en la voz monocorde que va desgranando su hondura en cada palabra.
Este libro está dividido en tres partes: Navegación del fuego, Navegación del juego y Navegación del miedo; cada una distinta pero, juntas, una integridad, una experiencia de vida, un acto de autoconocimiento, un camino y una conclusión.
En la primera, Navegación del fuego, comienza con un verso inquietante: alguien cruza un umbral. Y eso es la poesía: trasponer un umbral, ingresar a otra dimensión, hurgar dentro de sí y tratar de salir con algo nuevo en las manos.
Prosodia de lo incierto son palabras de un poema de esta primera parte. Y nos está hablando de la vida. De esa cadencia que nos va llevando hacia lo desconocido, sin certezas, con el interrogante siempre a flor de piel, porque la poesía misma es una siembra de interrogantes, de planteos, de incertidumbres, de escribir sin alcanzar, porque no hay meta.
En ese viaje con cada amanecer inauguraba ábacos de resistencia/ dormía contando púas de alambrados; la loba tiene la piel erizada; soy la cicatriz de lo que llevo adentro; quién soy le grito a mi paisaje de intemperie; que ascienda la palabra entonando los nombres. Ella dice y enciende el fuego, ensaya sortilegios: mi canto esa ansiedad esa porfía, o sea, la íntima batalla que se libra para curarse las llagas y renovarse la piel. Navegación del fuego termina con un verso que nos habla de construcción: amasamos el pan.
En Navegación del juego cambia el tono. Los elementos que constituyen la poesía son más lúdicos. Nos remiten a la niñez: peces, mariposas, flores, orquídeas, arañas tejedoras de colores, lagarto, fantasmas y también el hombre y la mujer jugando el eterno juego de la seducción.
¿Acaso la poesía no es también un arte lúdico, un artilugio, una ilusión en la que las palabras se entrelazan y juegan su propio juego? Dice: y la joven / la del sombrero negro / besa / apasionadamente.
En la última parte, Navegación del miedo, desaparece el verso pero no la poesía. Lo dicho y lo no dicho forman una unidad en los dos textos que la componen.
El primero introduce al segundo, aunque a tientas: a soledad le deja sus pulseras su hastío la melena revuelta a soledad le gusta el sabor de la sal la carne con su bestia cuenta en sus ojos trampa de amor viajera la derrota es victoria. Estas últimas palabras nos hablan de un renacer.
En el segundo texto la acompañan Marguerite y Clarice en un viaje hacia adentro de sí misma, acompañado por el rítmico golpeteo de una pelota de tenis. El recorrido es un incesante desgranar de imágenes poéticas más silencios expresivos, que se van acumulando hasta que un único sentido se convierta en un rescate de sí misma del fuego que devora y del juego que encubre el miedo.
Finaliza con estas palabras: llueve como si nunca sin piedad agua viva de luz agua viva de sombra agua sagrada les hablo desde el viaje donde estoy siendo.
Por último quiero destacar el acierto con que fueron intercalados los dibujos de Florencia Herrera. Cada uno completa el sentido desde la imagen gráfica. Ambos géneros confluyen en un mismo sendero para decir y, de esa manera, Ser.
Comentario de Elsa Copati
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