(Botella al Mar, Buenos Aires, 2009) fue presentado en la Biblioteca Nacional, Sala Juan L. Ortiz, el 4 de noviembre próximo pasado. En la foto: la editora, Alejandrina Devescovi, la prof. Norma Pérez Martín, Lucila Févola y Cristina Berbari.
AGUA VIVA
Desde la Madre de las madres, hasta tu vientre ahora.
Son tus labios / madre mía / la elegida / desde siempre, desde nunca.
Aquí, entre tus aguas, sé de mi vida, de mi muerte.
Elijo, elegí, elegiré.
Seres amados y no amados que cumplan su papel, guías de lo oscuro,
a crearlos, a crearme, los hilos y su trama, cada vez.
En tanto, tu tiempo / tu esfera / los míos.
a crearlos, a crearme, los hilos y su trama, cada vez.
En tanto, tu tiempo / tu esfera / los míos.
Creándolos, retorno.
Pero nunca partí / pero nunca llegué,
tiempo sin tiempo / no acá / no allá / lo sé.
Ya todo se ha cumplido, simultáneo.
Tengo miedo de mí, aquí, de mis días, / de mi noche.
Noche extensa, tus estrellas aquí.
Voy a nacer / voy a morir / voy a alcanzarme /
¿me estás cantando, madre?
Pero nunca partí / pero nunca llegué,
tiempo sin tiempo / no acá / no allá / lo sé.
Ya todo se ha cumplido, simultáneo.
Tengo miedo de mí, aquí, de mis días, / de mi noche.
Noche extensa, tus estrellas aquí.
Voy a nacer / voy a morir / voy a alcanzarme /
¿me estás cantando, madre?
Desde nunca, desde siempre, me expulsan y me expulso.
Luego túnel del olvido y la memoria.
Ya llego / ya lloro / ya aúllo.
Ya llego / ya lloro / ya aúllo.
Nazco, madre, / nazco, mundo,
y es una forma de escribir.
CADA VEZ
Aparición, medida del discurso en su texto perpetuo.
Desaparición, medida del discurso que la nombra.
Movimiento, también esa escritura, sus viajes cerrados.
Afirmación y negación, sus textos.
Entelequias.
El modo de escribirnos.
El modo de escribirnos.
"¿Son rojas las rosas en la oscuridad?"
"No confundir la luna con el dedo que la señala".
Llorar reír
cuando sin nombres,
sus modos de conciencia.
Palabras: si existe el mundo
Palabras: si existe el mundo
si no existe el mundo.
"—Maestro Dogen, ¿existe o no existe el mundo?
"—Maestro Dogen, ¿existe o no existe el mundo?
"—Como tú quieras".
Porque el silencio nuestro también es una forma de escribir.
La mejor forma de escribirnos.
Sagrada la palabra en su silencio,
Porque el silencio nuestro también es una forma de escribir.
La mejor forma de escribirnos.
Sagrada la palabra en su silencio,
puesta en nosotros como una renovada forma de fundar.
Lucila Févola publicó libros de poemas, cuentos y teatro. Coordina talleres literarios y desde 1986 dirige la Revista de Literatura "Tamaño Oficio", que recibió varias distinciones. Algunos libros publicados: Cuento: Mujer que desova (1999); Había una vez, había nunca (2008). Poesía: Movimiento que mueve (2005); ¡Ah, de la Casa! (2006). Teatro: Hoy, ensayo general (2003).
Obtuvo premios en todos los géneros.
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“ESA INMENSA PIEDAD”: LA PALABRA POÉTICA
La locución latina “Modus Vivendi”, que etimológicamente significa modo de vivir, es el título que con acierto ha dado Lucila Févola a este nuevo poemario que hoy nos convoca, y que desde la cubierta señala una línea de dirección. Digo “con acierto”, porque Modus vivendi implica también un “arreglo, ajuste o transacción entre dos partes.”
El poema que da nombre al libro, explica este acuerdo mediante una cita de Roberto Juarroz : “Se trata de la superación de esas divisiones del ego, del simple subjetivismo, no como cálculo más o menos idealista, sino como experiencia.”
La autora se cuestiona: No nací para el vuelo, pero no se resigna a ese dejarse caer donde se olvida el vivir, donde se olvida el morir, es decir, al mero hecho de que la vida es por la vida. Y por el acuerdo que se propone consigo misma, reconocerse en lo otro para desconocerse, exclama casi al borde del grito: Nací para ese salto, relámpago, fulgor que todo lo contiene, confirmando la cita de Juarroz.
Salto como experiencia, cambio súbito; pasar del adormecimiento del yo a un despertar en el amanecer de la acción, es decir, a “realizarse por obra de la acción”. Y la poeta nos invita a este “salto”, incluyendo a todos con el uso de la primera personal del plural.
Dice Dámaso Alonso que para encarar la exégesis de la obra poética, es necesario un afortunado salto, una intuición, —y agrega— toda intuición es acto de amor, y constituye la única manera de entrar al recinto. Lo confirma Alfonso Reyes. Y según Octavio Paz: “el goce poético no se da sin vencer ciertas dificultades, análogas a las de la creación.”
Entonces como lectores ¿verdaderamente damos el “salto” , o acaso no logramos más que un acercamiento, una traducción a nuestro propio lenguaje?. Sin embargo la autora espera de nosotros algo más: una toma de conciencia, que nuestro espíritu reconozca sus atributos esenciales, y nos abramos ante el texto para aprehender esa visión del mundo que nos propone (que puede ser distinta a la nuestra). Espera de nosotros un acto de comunicación, de entrega. O, tal vez, ¿un salto de conciencia?
Creo que esta obra, de alto contenido lírico-metafísico, es una clara advertencia sobre el destino de la humanidad en estos “tiempos de penuria”, y, ya que somos palabra, una advertencia sobre el destino de la palabra. La Poesía, que anida en el corazón del lenguaje, es decir, en el corazón humano, en el corazón de Lucila, es “una permanente interrogación sobre la existencia, una exploración del mundo y el intento obstinado de comprenderlo, una manera de reflexionar desde la acción”. Experiencia de escritura viva, de lectura viva, nos da y nos reclama la autora. Por lo tanto, experiencia de vida. Y como nada mejor que predicar con el ejemplo, confluyen en Févola el íntegro ser humano y la artista proteica, UNIFICANDO vida y obra.
“Modus vivendi”, libro integrador por excelencia, —El mundo, el texto, dice un verso de “A libro abierto”— tal vez el mejor poemario de su obra, confirma, como lo quería Horacio en su Ars poetica, la Unidad en el arte. Si una palabra bastara para definirlo, sería: UNIDAD. Unidad como experimentación y como experiencia, tanto en el fundamento y el fondo como en la originalidad de las formas, enlazando todo el poemario como una gran red o bien como un tapiz que “Luz-hila” teje y desteje en la oscilante paradoja de trama y urdimbre.
Desde el arte de tapa —representado por el acrílico “Antares” (nombre de una estrella de la constelación de Escorpión) de la pintora y poeta Hilda Mans— la plástica se UNE a lo literario.
También el vuelo lírico se UNE, al re-unirlas, a diversas disciplinas: filosofía, metafísica, teología, lógica, historia y doctrinas o filosofías orientales.
Y aun más. En versos de su poemario anterior “¡Ah, de la Casa!”, la autora se plantea como propósito el siguiente esquema: contar / teatralizar / poetizar // intercalar / Mirada de Reunir. En “Modus Vivendi” lo lleva a la práctica en su máxima expresión: drama, ensayo, novela, cuento, sermón, oración, se recrean al ser poetizados. Y aquella expresión de deseo se concreta, dando UNIDAD a los géneros literarios y creando otros.
Son varios los asuntos que investiga y profundiza la autora, entre ellos:
• el tiempo, como un presente perpetuo: lo sucesivo simultáneo para ahondar, dice.
• Y la realidad en su apertura más radical. Nunca te duermas de este lado del lenguaje / Nunca te duermas de este lado del mundo, pide la poeta en “Bordes”. ¿Vas a pensar solamente en lo pensable / y desde allí afirmar / y desde allí negar? pregunta su “costado luminoso”.
“Si las puertas de la percepción estuvieran limpias, cada cosa aparecería al hombre como es, infinita”, nos sigue diciendo Blake. Porque la ultimidad radical alude a la comprensión del ser último de las cosas, sin que por ello tal ultimidad esté “más allá de ellas, ni tampoco sea una construcción hipotética carente de raigambre real”. Según Paz “el testimonio poético nos revela otro mundo dentro de este mundo, el mundo otro que es este mundo.”
Creo que el poema “ESTADOS DE CONCIENCIA” es el nudo del libro y la llave que nos abre al análisis de las dos vertientes que son una constante en toda la obra de Févola: la complementariedad de los opuestos y la búsqueda de la palabra original.
El núcleo del poema nos da este esquema fundamental:
Vibración
Presencia / Ausencia
Vida / Muerte
Universo . . . . . . . . .
Palabra / Silencio
Ahora / Nunca
Siempre
Vibración - Siempre. En la famosa carta dirigida a su traductor polaco, Rilke dice: “la afirmación de la vida y de la muerte, no hacen más que una. (...) La verdadera cara de la vida se extiende sobre los dos dominios, la sangre de la circulación pasa por los dos: no hay Más acá, ni Más allá, sólo la gran Unidad.”
Precisamente en su libro dedicado al poeta praguense, explica Mandrioni: “todas las oscilaciones antitéticas que entretejen constitutivamente nuestro existir se fundan en esta oscilación [metafísica] básica: el ser y el no ser”. Encendido-apagado, memoria-olvido, inhala-exhala, creado-increado, —como enumera Févola— “son posibilidades que oscilan siempre sobre el mismo eje, la identidad del mismo sujeto portador de ambas cualidades opuestas. Pero, — interroga Mandrioni— ¿cuál es la naturaleza de este vibrar fundamental, del par metafísico por excelencia? —y responde—: No se trata de la absorción de uno de los términos de la antítesis en el otro, ni de una imprescindible opción entre uno de ellos (opción que sostenía Kierkegaard), ni de la reconciliación de los dos en un tercero (a la manera del procedimiento dialéctico hegeliano). “El reino total respira por ambas bocas: la de la vida y la de la muerte”, afirmaba Rilke y lo sostiene Févola. Presencia-ausencia, ahora-nunca forman la totalidad del existir. Vibración - Siempre. “La palabra poética por la admisión simultánea reconcilia ambas dimensiones de la existencia, “por eso, a la tensión ontológica del ser y no ser, corresponden en el plano de la poética (...) la unión de la voz que celebra y de la voz que se lamenta”, componiendo la figura total. Ambas se UNEN en la voz de este poemario.
La locución latina “Modus Vivendi”, que etimológicamente significa modo de vivir, es el título que con acierto ha dado Lucila Févola a este nuevo poemario que hoy nos convoca, y que desde la cubierta señala una línea de dirección. Digo “con acierto”, porque Modus vivendi implica también un “arreglo, ajuste o transacción entre dos partes.”
El poema que da nombre al libro, explica este acuerdo mediante una cita de Roberto Juarroz : “Se trata de la superación de esas divisiones del ego, del simple subjetivismo, no como cálculo más o menos idealista, sino como experiencia.”
La autora se cuestiona: No nací para el vuelo, pero no se resigna a ese dejarse caer donde se olvida el vivir, donde se olvida el morir, es decir, al mero hecho de que la vida es por la vida. Y por el acuerdo que se propone consigo misma, reconocerse en lo otro para desconocerse, exclama casi al borde del grito: Nací para ese salto, relámpago, fulgor que todo lo contiene, confirmando la cita de Juarroz.
Salto como experiencia, cambio súbito; pasar del adormecimiento del yo a un despertar en el amanecer de la acción, es decir, a “realizarse por obra de la acción”. Y la poeta nos invita a este “salto”, incluyendo a todos con el uso de la primera personal del plural.
Dice Dámaso Alonso que para encarar la exégesis de la obra poética, es necesario un afortunado salto, una intuición, —y agrega— toda intuición es acto de amor, y constituye la única manera de entrar al recinto. Lo confirma Alfonso Reyes. Y según Octavio Paz: “el goce poético no se da sin vencer ciertas dificultades, análogas a las de la creación.”
Entonces como lectores ¿verdaderamente damos el “salto” , o acaso no logramos más que un acercamiento, una traducción a nuestro propio lenguaje?. Sin embargo la autora espera de nosotros algo más: una toma de conciencia, que nuestro espíritu reconozca sus atributos esenciales, y nos abramos ante el texto para aprehender esa visión del mundo que nos propone (que puede ser distinta a la nuestra). Espera de nosotros un acto de comunicación, de entrega. O, tal vez, ¿un salto de conciencia?
Creo que esta obra, de alto contenido lírico-metafísico, es una clara advertencia sobre el destino de la humanidad en estos “tiempos de penuria”, y, ya que somos palabra, una advertencia sobre el destino de la palabra. La Poesía, que anida en el corazón del lenguaje, es decir, en el corazón humano, en el corazón de Lucila, es “una permanente interrogación sobre la existencia, una exploración del mundo y el intento obstinado de comprenderlo, una manera de reflexionar desde la acción”. Experiencia de escritura viva, de lectura viva, nos da y nos reclama la autora. Por lo tanto, experiencia de vida. Y como nada mejor que predicar con el ejemplo, confluyen en Févola el íntegro ser humano y la artista proteica, UNIFICANDO vida y obra.
“Modus vivendi”, libro integrador por excelencia, —El mundo, el texto, dice un verso de “A libro abierto”— tal vez el mejor poemario de su obra, confirma, como lo quería Horacio en su Ars poetica, la Unidad en el arte. Si una palabra bastara para definirlo, sería: UNIDAD. Unidad como experimentación y como experiencia, tanto en el fundamento y el fondo como en la originalidad de las formas, enlazando todo el poemario como una gran red o bien como un tapiz que “Luz-hila” teje y desteje en la oscilante paradoja de trama y urdimbre.
Desde el arte de tapa —representado por el acrílico “Antares” (nombre de una estrella de la constelación de Escorpión) de la pintora y poeta Hilda Mans— la plástica se UNE a lo literario.
También el vuelo lírico se UNE, al re-unirlas, a diversas disciplinas: filosofía, metafísica, teología, lógica, historia y doctrinas o filosofías orientales.
Y aun más. En versos de su poemario anterior “¡Ah, de la Casa!”, la autora se plantea como propósito el siguiente esquema: contar / teatralizar / poetizar // intercalar / Mirada de Reunir. En “Modus Vivendi” lo lleva a la práctica en su máxima expresión: drama, ensayo, novela, cuento, sermón, oración, se recrean al ser poetizados. Y aquella expresión de deseo se concreta, dando UNIDAD a los géneros literarios y creando otros.
Son varios los asuntos que investiga y profundiza la autora, entre ellos:
• el tiempo, como un presente perpetuo: lo sucesivo simultáneo para ahondar, dice.
• Y la realidad en su apertura más radical. Nunca te duermas de este lado del lenguaje / Nunca te duermas de este lado del mundo, pide la poeta en “Bordes”. ¿Vas a pensar solamente en lo pensable / y desde allí afirmar / y desde allí negar? pregunta su “costado luminoso”.
“Si las puertas de la percepción estuvieran limpias, cada cosa aparecería al hombre como es, infinita”, nos sigue diciendo Blake. Porque la ultimidad radical alude a la comprensión del ser último de las cosas, sin que por ello tal ultimidad esté “más allá de ellas, ni tampoco sea una construcción hipotética carente de raigambre real”. Según Paz “el testimonio poético nos revela otro mundo dentro de este mundo, el mundo otro que es este mundo.”
Creo que el poema “ESTADOS DE CONCIENCIA” es el nudo del libro y la llave que nos abre al análisis de las dos vertientes que son una constante en toda la obra de Févola: la complementariedad de los opuestos y la búsqueda de la palabra original.
El núcleo del poema nos da este esquema fundamental:
Vibración
Presencia / Ausencia
Vida / Muerte
Universo . . . . . . . . .
Palabra / Silencio
Ahora / Nunca
Siempre
Vibración - Siempre. En la famosa carta dirigida a su traductor polaco, Rilke dice: “la afirmación de la vida y de la muerte, no hacen más que una. (...) La verdadera cara de la vida se extiende sobre los dos dominios, la sangre de la circulación pasa por los dos: no hay Más acá, ni Más allá, sólo la gran Unidad.”
Precisamente en su libro dedicado al poeta praguense, explica Mandrioni: “todas las oscilaciones antitéticas que entretejen constitutivamente nuestro existir se fundan en esta oscilación [metafísica] básica: el ser y el no ser”. Encendido-apagado, memoria-olvido, inhala-exhala, creado-increado, —como enumera Févola— “son posibilidades que oscilan siempre sobre el mismo eje, la identidad del mismo sujeto portador de ambas cualidades opuestas. Pero, — interroga Mandrioni— ¿cuál es la naturaleza de este vibrar fundamental, del par metafísico por excelencia? —y responde—: No se trata de la absorción de uno de los términos de la antítesis en el otro, ni de una imprescindible opción entre uno de ellos (opción que sostenía Kierkegaard), ni de la reconciliación de los dos en un tercero (a la manera del procedimiento dialéctico hegeliano). “El reino total respira por ambas bocas: la de la vida y la de la muerte”, afirmaba Rilke y lo sostiene Févola. Presencia-ausencia, ahora-nunca forman la totalidad del existir. Vibración - Siempre. “La palabra poética por la admisión simultánea reconcilia ambas dimensiones de la existencia, “por eso, a la tensión ontológica del ser y no ser, corresponden en el plano de la poética (...) la unión de la voz que celebra y de la voz que se lamenta”, componiendo la figura total. Ambas se UNEN en la voz de este poemario.
“Tanta lucha para aprender cuando lo único que hay que hacer es recordar” dice un proverbio antiguo desde el mencionado poema “Estados de Conciencia”. Memoria de no ser / y ser / el Uno, revela la poeta. ¡Nada menos que la hipóstasis original!
Según Raúl Gustavo Aguirre: “la poesía quiere volver a ser, como en los tiempos más remotos, un lenguaje original, una voz que surge, sola, del Silencio inicial del universo para decir ella también qué es el hombre, qué puede saber y qué debe hacer”, es decir, responder a las preguntas kantianas.
Según Heidegger la Poesía es “la fundación del ser por la palabra.”
Según los indelebles versos de Févola: Sagrada la palabra en su silencio, / puesta en nosotros como una renovada forma de fundar // Esa inmensa piedad. / Esa inmensa piedad. / Esa inmensa piedad.
En un verso de “A la Oración del pescador”, leemos: (...) palabra capaz de respirar, música de encontrar el agua, agua que es sin ser y vela.
Personalmente siento la poética de Lucila Févola —ella misma, pez en su escritura oceánica— como el poderoso océano con sus fuerzas secretas, que en el canto de cada ola —en cada texto, en cada poema, en cada verso—se crea y se re-crea, renovándose, pero cuyo canto profundo y su silencio es lo que más atrae, aquello que nos lava y nos sustenta: Agua pura. Oficio puro. Acto puro. / Agua viva .
Sabemos que Lucila se inició en el teatro y que el drama encarna en su poética. Shakespeare, Ionesco, Giraudoux, y sus personajes que exhalan tal universalidad que nos sentimos representados: ya, en su ambición, su traición o su culpa; ya, en su incomunicación o su conformismo, ya, en el bellísimo sentimiento del amor. Creo que al rescatarlos “Modus Vivendi” ubica al lector-espectador enfrente de un escenario y en escena, puesto que a la vez se representa y es representado. Experiencia de escritura viva, de lectura viva, reitero.
En “Calla y canta”, último texto del libro, emerge, a la manera del drama griego, el canto del Coro: esa especie de personaje colectivo que, en oposición al diálogo, expresa los sentimientos y los pensamientos generales, revive las reflexiones de la autora y, tal vez, vuelve (o devuelve) más puras las palabras de la tribu ¿no es así, Mallarmé?.
Como lo hicieran Góngora y otros poetas españoles, Févola emplea el “método diseminativo-recolectivo”, o bien la “autointertextualidad”. Palabras, versos, o fragmentos de los veintiún poemas del libro son trasladados al nuevo texto o pieza, en el sentido estricto de pieza teatral, pues se divide en dos actos: el primero de cinco escenas; el segundo, de dos. La suma nos da siete: “integridad”, “totalidad”. Estas voces golpean la memoria del lector al evocar lecturas anteriores y reiteran ideas y obsesiones. A ellas se UNEN las altas voces: Girri, Juarroz, Biagioni, Zolezzi y Kalil Gibran. Mediante el Coro, se logra la UNIDAD de todo el poemario completando el tejido del tapiz.
¡A escena!, llama la autora. Y yo les pregunto ¿se atreven a dar el salto?¿a destejer y volver a tejer trama y urdimbre? Únanse a esta experiencia de escritura viva mediante una lectura viva... La pieza está por comenzar, por ser representada. Pero al caer el telón la pieza no finaliza y, en un continuo sin fin, en un eterno presente, recomenzará cuando la voz nos llame a todos ¡A escena!. Así acontece el incesante flujo de la vida.
Puro ejercicio de vivir.
Cristina Berbari
Según Raúl Gustavo Aguirre: “la poesía quiere volver a ser, como en los tiempos más remotos, un lenguaje original, una voz que surge, sola, del Silencio inicial del universo para decir ella también qué es el hombre, qué puede saber y qué debe hacer”, es decir, responder a las preguntas kantianas.
Según Heidegger la Poesía es “la fundación del ser por la palabra.”
Según los indelebles versos de Févola: Sagrada la palabra en su silencio, / puesta en nosotros como una renovada forma de fundar // Esa inmensa piedad. / Esa inmensa piedad. / Esa inmensa piedad.
En un verso de “A la Oración del pescador”, leemos: (...) palabra capaz de respirar, música de encontrar el agua, agua que es sin ser y vela.
Personalmente siento la poética de Lucila Févola —ella misma, pez en su escritura oceánica— como el poderoso océano con sus fuerzas secretas, que en el canto de cada ola —en cada texto, en cada poema, en cada verso—se crea y se re-crea, renovándose, pero cuyo canto profundo y su silencio es lo que más atrae, aquello que nos lava y nos sustenta: Agua pura. Oficio puro. Acto puro. / Agua viva .
Sabemos que Lucila se inició en el teatro y que el drama encarna en su poética. Shakespeare, Ionesco, Giraudoux, y sus personajes que exhalan tal universalidad que nos sentimos representados: ya, en su ambición, su traición o su culpa; ya, en su incomunicación o su conformismo, ya, en el bellísimo sentimiento del amor. Creo que al rescatarlos “Modus Vivendi” ubica al lector-espectador enfrente de un escenario y en escena, puesto que a la vez se representa y es representado. Experiencia de escritura viva, de lectura viva, reitero.
En “Calla y canta”, último texto del libro, emerge, a la manera del drama griego, el canto del Coro: esa especie de personaje colectivo que, en oposición al diálogo, expresa los sentimientos y los pensamientos generales, revive las reflexiones de la autora y, tal vez, vuelve (o devuelve) más puras las palabras de la tribu ¿no es así, Mallarmé?.
Como lo hicieran Góngora y otros poetas españoles, Févola emplea el “método diseminativo-recolectivo”, o bien la “autointertextualidad”. Palabras, versos, o fragmentos de los veintiún poemas del libro son trasladados al nuevo texto o pieza, en el sentido estricto de pieza teatral, pues se divide en dos actos: el primero de cinco escenas; el segundo, de dos. La suma nos da siete: “integridad”, “totalidad”. Estas voces golpean la memoria del lector al evocar lecturas anteriores y reiteran ideas y obsesiones. A ellas se UNEN las altas voces: Girri, Juarroz, Biagioni, Zolezzi y Kalil Gibran. Mediante el Coro, se logra la UNIDAD de todo el poemario completando el tejido del tapiz.
¡A escena!, llama la autora. Y yo les pregunto ¿se atreven a dar el salto?¿a destejer y volver a tejer trama y urdimbre? Únanse a esta experiencia de escritura viva mediante una lectura viva... La pieza está por comenzar, por ser representada. Pero al caer el telón la pieza no finaliza y, en un continuo sin fin, en un eterno presente, recomenzará cuando la voz nos llame a todos ¡A escena!. Así acontece el incesante flujo de la vida.
Puro ejercicio de vivir.
Cristina Berbari
1 comentario:
Si bien los poemas de Lucila Févola son de alta literatura, también fue extraordinaria la presentación y el análisis de "Modus vivendi" que desarrollaron Cristina Berbari y Norma Pérez Martín. Reitero mis felicitaciones.
Lina
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