viernes, 11 de junio de 2010

"Ensayo general" de Alina Diaconú


BORGES Y LAS MUÑECAS RUSAS

Dice la leyenda que en el siglo XIX un poderoso señor ruso llamado Alexei Manontov hizo llevar a Moscú una figura de porcelana, proveniente de la isla de Honshú, Japón, para regalársela a su amada.
La figura que representaba a un monje budista, se abría, y adentro había otra figura idéntica, más pequeña.
Tanto gustó esa pieza, que Manontov se la mostró a un artesano ruso y éste, inspirado por la porcelana japonesa, talló en madera de tilo la figura de una aldeana rusa, más ocho figuras idénticas, cada vez más pequeñas, que cabían dentro de la otra, al abrirse todas por la mitad.
Estamos hablando del artesano Vasili Zvezdochkin y de lo que luego serían mundialmente conocidas como las “Matrioshkas”, las muñecas rusas. Ellas representan una suerte de maternidad folklórica rusa, donde esta mujeres-caja, vestidas con el famoso “sarafan” están pintadas con brillantes colores y adornadas con flores, pájaros y estrellas. Cada “matrioshka” es original e irrepetible. Ellas circulan hoy por el planeta, talladas en madera de tilo o abedul, con sus diseños “aggiornados”, llevando siempre esa singularidad de forma y contenido, esos múltiples “secretos” que albergan.
¿Por qué hablamos de la “matrioshka”? Porque, al cumplirse 60 años de la aparición del célebre libro “Ficciones”, se nos hace imperioso asociar la obra de Borges en general, y esas historias en particular, en su construcción, a estas muñecas que se abren a otros muñecas, como los cuentos que contienen otros cuentos, como los poemas que contienen otros poemas.
Así están estructuradas muchas, muchísimas piezas literarias de Borges. Son cuentos de otros cuentos, que a su vez derivan en otros, voces que se multiplican a medida que uno se adentra en el texto.
En Borges es muy frecuente la alusión de un narrador a otras narraciones, de un nombre a otros nombres, de una acción a otra acción. Secretamente se va abriendo su texto, como una “Matrioshka”. Secretamente vamos entrando en el interior y allí se generan cada vez más implicancias, más espejos, más laberintos, más sueños, más desdoblamientos, más juegos con el infinito, uno dentro del otro, hasta llegar a la síntesis, a la muñeca más pequeña, tan pequeña que quizás ya sea invisible: nuestra esencia.
El pensamiento de Borges es un pensamiento metafísico.
La Metafísica fue definida por primera vez por Andrónico de Rodas. Y la conocemos fundamentalmente por Aristóteles, que la consideró “la ciencia primera” y le dedicó un libro, donde dividió a la Metafísica en tres partes: la Ontología que estudia el ser, la Teología que estudia a Dios y la Gnoseología que estudia el conocimiento.
Sabemos, entonces, que la Metafísica es esa parte de la Filosofía que se ocupa del ser. Que estudia el ser como tal, sus causas, sus principios, que contempla sus propiedades.
Se denomina “meta-física”, porque va más allá de lo que puede percibirse con nuestros cinco sentidos. Se ocupa de lo que está más allá de lo que experimentamos en los planos sólido, líquido y gaseoso que conforman el mundo físico.
La Metafísica, según Santo Tomás contempla las causas primeras.
Para Kant ella es el estudio del Todo y, en su opinión, se confunde con la Ontología.
La Metafísica es el fundamento de prácticamente todas las filosofías, de todas las religiones y de todas las corrientes de pensamiento.
En gran parte de los planteos de Borges, para no decir en casi todos, aparece el interrogante metafísico, acorde a su agnosticismo. Son preguntas, perplejidades, que aceptan el ingrediente mágico, considerándolo real, pero incognoscible por parte del ser humano y de las limitaciones de su mente.
Por eso Borges es tan complejo. Porque, como decía Vladimir Nabokov, “ningún escritor de talla es sencillo”.
Vemos entonces que igual que en las muñecas rusas, Borges abre y se abre al misterio, más y más y cada vez se encuentra con más misterio, que a su vez engendra otro misterio. Pero al introducirse más y más en el enigma, se dirige hacia el núcleo de la existencia, hacia la semilla, que es el ser en sí.
Cuenta Borges en “El jardín de senderos que se bifurcan” del libro “Ficciones”:
“Ts’ui Pen creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; —sigue Borges— en algunos, existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma”.
Esta es la red creciente o decreciente de las Matrioshkas, según se las vaya abriendo o cerrando, según se las haga aparecer o desaparecer una dentro de la otra.
Y vamos a concluir este paralelo entre el mecanismo ficcional borgeano y la subdivisión o progresión de las muñecas rusas, con la estrofa primera y la última de ese poema tan conocido, y sumamente paradigmático de Borges en este sentido, que se llama “Ajedrez”, y que dice:

En su grave rincón, los jugadores
Rigen las lentas piezas. El tablero
Los demora hasta el alba en su severo
Ámbito en que se odian dos colores.

(...)

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueños y agonías?

En la idea de Borges, como en el juego de las muñecas rusas, siempre hay algo detrás, algo o alguien detrás de la pieza de ajedrez, de la mano del jugador, del jugador y de Dios mismo.
Ese es el misterio, la pregunta que Borges formula en este poema y en prácticamente toda su obra. Y este es el interrogante mayúsculo, el que quizás todos nos formulemos. Y que se llama Metafísica.

De “Ensayo General”. Reflexiones sobre la Literatura, Borges, los Mitos, los Maestros, las Pioneras, el Más allá. Buenos Aires, Fundación Internacional Jorge Luis Borges, 2009, 154 páginas.
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Alina Diaconú nació en Bucarest, Rumania. Es argentina naturalizada y reside en Buenos Aires desde 1959. Vivió durante algunos años en París. Es colaboradora del diario “La Nación” desde 1981 y del Suplemento Literario de “La Gaceta “ de Tucumán desde 1984. Varios de sus libros fueron traducidos al inglés, al francés y al rumano. Recibió numerosos premios y distinciones nacionales e internacionales (Faja de Honor de la SADE, 1979, Beca Fullbright, 1985, el Meridiano de Plata, 1990, la Medalla y el Diploma a la Excelencia, otorgados por el gobierno rumano por su difusión de la cultura de Rumana fuera de las fronteras, 2009). Integró el Consejo Editorial de la revista Proa, de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Autora de novelas: La Señora, Buenas noches, profesor, Enamorada del muro, Cama de Ángeles, Los ojos azules, El penúltimo viaje, Los devorados, Una mujer secreta. Avatar se titula su novela más reciente (2009, Ediciones B.) Publicó un libro de cuentos: ¿Qué nos pasa, Nicolás?; notas y reflexiones: Calidoscopio, entrevistas a grandes escritores (Borges, Cioran, Girri, Ionesco, Sarduy). Es autora de dos libros de poesía: Intimidades del ser, 2005 y Poemas del silencio, 2007.

1 comentario:

Adriana dijo...

Buenísima, la reflexión, y el paralelo entre Borges y las muñecas rusas. Un beso grande. Adriana Maggio