ES TIEMPO DE GLICINAS.
El patio se
ha enamorado
y una ronda
violácea lo agita.
Por
derroteros de aflicción
sale la
mujer de las flores
esparciendo
corolas.
Sobre su
mesa habitual,
donde
escribió un ensayo,
ahora se
sosiega, mira carpetas
la dedicatoria
inútil
de algún
libro.
Entre
textos sagrados
un linaje
de profetas la guía
por campos
de olivo trigo oro
resplandece
la palabra
y
nombrándose ella se pronuncia
en imagen
de infancia.
Sus
formas
dentro del
sweater negro
añoran
aquel vestidito
de organdí
cinturón de raso.
Es la
dueña
de su más
íntima región
cuando
pulsa un nuevo laúd
enreda
capullo y profecía
victoriosa
al reconocer allí
su niña.
Sobre baldosas
en el patio
enamorado
gira una
niña
en la ronda
de glicinas.
De Signos tardíos, Buenos Aires,
Nuevohacer, 2003.
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