sábado, 19 de octubre de 2013

V Bienal de Artesanías en el Museo José Hernández

V BIENAL DE ARTESANÍAS DE BUENOS AIRES

Inauguración: jueves 24 de octubre a las 18.30 horas
en el Museo de Arte Popular José Hernández
Avda. del Libertador 2373 – Ciudad Autónoma de Buenos Aires – Argentina
La muestra permanecerá abierta hasta el 15 de diciembre de 2013.



Nicolás Berbari
obtuvo mención en rubro metal por su obra "Pegasus"


PEGASUS


La Bienal es un concurso de artesanías que se realiza en los años impares y pueden participar los artesanos que comercialicen sus piezas en la Ciudad de Buenos Aires. Es co-organizada por el Museo de Arte Popular José Hernández y por la Comisión de Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires.

El jurado de ésta V edición estuvo compuesto por: Alejandra Toribio, artesana en vidrio; Luciano Polverigiani, artesano en cerámica, ambos premiados en la IV Bienal de Artesanías, Emilio Patarca, maestro orfebre; Ana Maria Dupey, especialista en artesanías y Andrea Fontenla, curadora y artista, designada por la CPPHC. Para esta convocatoria la CPPHC como reconocimiento a su labor en la dirección del Museo de Arte Popular José Hernández, nombró jurado emérito a Ana María Cousillas.

La entrega de premios y menciones se realizó el jueves 27 de junio a las 18:00 en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura.
La muestra de las obras se realizará en el Museo de Arte Popular José Hernández desde el 24 de octubre hasta el 15 de diciembre de 2013.

Días y horarios de visita:
Miércoles a viernes de 13 a 19 y sábados, domingos y feriados de 10 a 20.




miércoles, 16 de octubre de 2013

Dos poemas de Marta Zavaleta

Marta Zavaleta

EL COLOR DEL TIEMPO


A mis hijos Tomás Alejo y Yanina Andrea Hinrichsen



Audacia suave la del árbol sin hojas
que da sombra a los pájaros de otrora

los pasos
los cuerpos
el suspenso

y ese cálido
olor de otros tiempos.


Marta Zabaleta©Tomé, Chile, septiembre de  2004

Sacado de Crónica Literaria, Comodoro Rivadavia, 23 de noviembre  2004, Argentina.
Poema  con el que abre mi biografía oral Be longing, por Zibby Alfred, guardada en el Museum of London, 2005



RENACER DEL CHE GUEVARA

Lloran de mi jardín las hojas muertas, aun calientes, y pasando mis dedos por los labios, me repito su nombre.
Vuelve el eco y silenciando los ruidos de la muerte, trae sus palabras.
Quedaron entroncadas en cañas de las viñas, jugueteando en los brincos de la aurora. Transmutándose de río en cordillera, de pampa en isla y esperanza.
Suya es la calidez que habita bajo todos los suelos.
Un cuerpo vacío acompañó al cortejo. No te vencieron porque estabas ausente.
Tejías ya como pueblo la próxima pelea.
Como hojas muertas que se vuelven verdes, tú floreces.
Tu recuerdo abona mundos nuevos.

Marta Zabaleta
8 de octubre 2013



Poemas enviados por Marta Zabaleta desde Londres, UK.

jueves, 3 de octubre de 2013

Un cuento de Santiago Alonso

aDios, hombre
por Santiago Alonso *

Paisaje-Adentro, dibujo de Santiago Alonso



“Murió mi eternidad y estoy velándola”.
César Vallejo

Hace ya 33 años que ocurrió todo, corrijo, casi todo. Y como consecuencia, las grandes tragedias y los padecimientos de la humanidad cesaron, y ahora ya ni los recuerdos, íntimos y crueles, afloran desde el pasado concluso. Si tomamos distancia rápidamente y realizamos un vuelo de pájaro sobre el paisaje, notaremos que la hierba reina sobre la piedra, y el agua, en sus mil manifestaciones, ha tapado todo vestigio de asfalto. El metal ya no reluce, pues ha sido avasallado por un óxido lúgubre que lo cubre de una capa de calor, de cariño fraternal, jubiloso. Los grandes edificios han sido derruidos y consumidos sin aliento por la anarquía de lo verde. Las mansiones entonces más selectas semejan hoy ranchos miserables, habitados por plantas voladoras, insectos inútiles y animales roedores de ruinas. Si busco las puertas, antes incontables, me percato de que ni una se ha salvado. Es que la madera ya fue devorada hace años, quizá haya sido lo primero en desaparecer. El interior de las viviendas está ocupado por una selva que crece y lucha por derribar al cemento y las barras de hierro que por momentos intentan mantener en pie aquellas antiguas moradas.
El tiempo ya no es necesario aquí, ningún reloj entorpece con sus manecillas la mente de los seres. En esta tierra, la libertad de crecer no tiene límites. Los vegetales, en su lucha por subir hacia la luz, todo lo conmueven, todo lo convierten, ocupan todo el lugar y forman un mundo de cuerpos amarronados, tan fuertes como un lapacho, tan emprendedores como una enamorada del muro, tan sutiles como una orquídea en flor. Ya no importa qué pasó, cómo fue, cuándo, quién disparó primero, quién arrojó la primera piedra, corrijo, bomba. Pero alguien lo hizo y una siguió a otra y otra y luego las demás.
Ahora nadie parece cansarse de trepar y los colores se musicalizan a placer. Sin diseñadores, las líneas, los planos y los claroscuros crean un lienzo inhumano y fraternal, vegetal más precisamente. El gran museo aún se alza, aunque enhiesto a medias, entre la tupida maleza. Algunas ramas todopoderosas se han escabullido en su mundo de maravillas silenciosas. Tiziano, Cranach y Georges de la Tour han sido el desayuno de golosos habitantes. Aún puede atisbarse algún fragmento bastante amplio de una tela de Fra Angelico y sus azules y sus rojos ahora un tanto apagados por el hartazgo de las fauces inquietas. Un pequeño retablo de Van der Weyden yace acostado y la mano de una Magdalena saluda a una planta que se acerca sigilosa. La Venus de Giorgione asoma su desnudez contaminada de arañazos mientras el sátiro la contempla voluptuoso y lascivo. Las esculturas han tenido mejor suerte y en ellas se encuentran abrazadas las culturas más diversas: mármoles griegos, efigies africanas, dioses hindúes o chinos y las cabezas de los ídolos mayas y toltecas, todo en comunión para la muerte.
Ahora, y sólo ahora, el hombre duerme oculto en su precariedad inmóvil de hueso torturado, y la mano trémula y voraz de una hierba, sin nombre, ni fecha, ni historia, atraviesa, definitiva, la sonrisa mortal de La Gioconda, cansada de su siesta de hombres de sueño. Ahora, lo sabemos: nada de lo humano es eterno.

* Escritor y plástico argentino.

Texto publicado en el nº 27 de "Esto no es una revista".