martes, 28 de mayo de 2019

Poema de Michou Pourtale





ES TIEMPO DE GLICINAS.
El patio se ha enamorado
y una ronda violácea lo agita.
Por derroteros de aflicción
sale la mujer de las flores 
esparciendo corolas.
Sobre su mesa habitual,  
donde escribió un ensayo,
ahora se sosiega, mira carpetas
la dedicatoria inútil
                                de algún libro.
Entre textos sagrados  
un linaje de profetas la guía 
por campos de olivo trigo oro  
resplandece la palabra  
y nombrándose ella se pronuncia  
en imagen de infancia.
Sus formas  
dentro del sweater negro 
añoran aquel vestidito   
de organdí cinturón de raso.
Es la dueña  
de su más íntima región
cuando pulsa un nuevo laúd  
enreda capullo y profecía   
victoriosa al reconocer allí 
                               su niña.
Sobre baldosas  
en el patio enamorado  
gira una niña   
en la ronda de glicinas.

De Signos tardíos, Buenos Aires, Nuevohacer, 2003.



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sábado, 25 de mayo de 2019

Molinos de viento 3


Molinos de viento no 3
Boletín de Artes y Letras - Marzo 2019

Director: Osmar Luis Bondoni
osmarbondoni@yahoo.com.ar


LA FAROLERA


 Saltar la soga era uno de los juegos preferidos de las chicas de Palermo, mucho antes de que brotaran los restó y las boutiques como sequoias en medio de la pampa. Cuando el zoológico era la visita esperada del domingo y el parque japonés la musa inspiradora de los enamorados, soñaban con Palermo los poetas, los malevos y una bohemia trasnochada que ardía bajo los faroles y se iluminaba con los versos de Borges. El cielo diáfano, los pies de las niñas que jugaban en las veredas del barrio, las noches desbordantes de milongas y estrellas, el colegio de monjas y el baile, la ley y el amor, todo estaba junto y enredado. Amalia vivía en ese Buenos Aires de las madreselvas y el tango, soñando su amor esperanzado de novela: uniforme, visita semanal y violetas en la mano. Por las tardes, al llegar de la escuela, escribía:

  El amor es el velo, / la rosa de los vientos que gira / y se pierde en otros horizontes / infinitos, divinos. / A veces no, / es el borde, la orilla, la forma en que el agua te salpica, / lo infranqueable o lo permeable, / lo maldito, lo ínfimo, lo íntimo, / lo que escucho y lo que callo. / Es el sendero final hacia el Parnaso. / ¿O la avenida hacia todos los infiernos? / Es la campanada de las ocho y son las siete.

  Amalia era joven y estaba lejos de su casa y el honor familiar, en medio del mundo real pero soñando con el fragor de los caballos, las cañitas enhiestas y la guitarra de alguna pulpería, esa época de unitarios y federales, miriñaque y peinetón que contaban los libros de historia. Todo se mezclaba en su presente y entre esas dos ciudades ella construyó su historia de amor con el delicado sabor de la lavanda inocente.
  Cuando la mentira llegó oliendo a claveles y coraje, no pudo eludir la pasión que la consumía y abrió sus brazos encerrándola y encerrándose en ese laberinto de uniforme y pecado, brillante y letal como el puñal que aparece en la noche. La vergüenza miraba de soslayo la escena, entre las caricias de las farolas, las promesas y juramentos al aire; y entre el perfume de las flores y la brisa, el trueno que se anunciaba. Amalia creyó las súplicas y las lágrimas, erigió su mundo empapelado de sueños entre las cuatro paredes y el balcón iluminado por sus ojos claros y el farol.
 Muy pronto quedó el balcón en ruinas, trepado por madreselvas abandonadas y erosionado por la realidad, y los ojos borrosos vieron escapar al asesino de sus fantasías. Seducida como en un folletín, quedó comprometida en una historia inútil, sin futuro, porque el futuro se presentó de golpe anunciando el final. La entrega se convirtió en caída y la mirada se opacó en la noche última con las farolas.
 Después, lentamente, la devoción terrena y carnal fue transformándose en un amor místico, casi sobrenatural. Amalia entregó su cuerpo y alma a nuevos brazos en una consagración redentora. Y entonces comprendió cuál era su misión, podría cambiar su historia y la de miles de niñas melancólicas que cantaban la misma canción desde la vereda de sus casas.


PATRICIA CARRANZA

plcarranza@hotmail.com


LABIOS LIBRES

Al cabo de las tierras y los días
de horarios y partidas y llegadas
y aeropuertos comidos por la niebla
enfermo de países y kilómetros
y rápidos hoteles compartidos
Luego de esperas
prisas
y rostros y paisajes diferentes
y seres encandilados por el olvido
o abiertamente besados por la vida
Después de aquella amada
y esa otra apenas entrevista
mujeres cogidas por mi soledad
y ahogadas por las bellas catástrofes
Luego de la violencia y el deseo
de comenzarlo todo nuevamente
y los errores
y los malentendidos cotidianos
y los hábitos torrenciales del trópico
y noches acariciadas por el alcohol
y tabaco fumado con tanta incertidumbre
Al cabo de un nombre que no me atrevo a decir
y de alguien que yo llamaba Irene
de cierta voz
cierta manera de clavar los ojos
al cabo de mi fe en el entendimiento de los hombres
y en el corazón de ciudades y pueblos
que nunca sabrán de mí
Luego de tanta tentativa de huirme o enfrentarme
y comprender que estoy solo
pero no estoy solo
al cabo de amores corroídos
y límites violados
y de la certidumbre de que toda vida
no es más que los escombros
de otra que debió haber sido
Al cabo del hachazo irreparable del tiempo
sólo puedo blandir estas palabras
esta obstinación de años y distancias
que se llama poesía


MARIO TREJO, argentino (1926-2012)


LLUVIA

Arrabal en la lluvia del ocaso
mientras voy amurado por el viento,
fayo de suerte, gil de aburrimiento,
con mi sino de bronca y escolaso.
Entre charcas azules, a mi paso,
gorrionean los pibes del convento,
y en el puñal de la garúa siento
la tenaz mishiadura del fracaso.
Por un hilo de sol amarillento
cae a la zanja una flor de raso.
El saucedal destila desaliento.
Arrabal en la lluvia del ocaso
mientras voy sin amigos y sin vento
con dos guitas de amor y un solo faso.

ORLANDO MARIO PUNZI, argentino (1914-2015)


La Jungla de Wilfredo Lam (cubano, 1902-1982)

Sugerencia: La canción de la tierra, de Gustav Mahler.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Presentación de ensayo


"Historia de la Poesía Argentina. 

De Luis de Tejeda al siglo XX",
                          

ensayo de Luis Benítez





El próximo viernes 17 de mayo, en el Café Literario Montserrat, San José 524, CABA, a las 20 horas, se presenta el ensayo de Luis Benítez 

"Historia de la Poesía Argentina. 
De Luis de Tejeda al siglo XX"

  Reseña los primeros 400 años del género en nuestro país. 
El volumen se completa con un apéndice: “Poetas Referentes de cada Período”, 
que abarca a 1.356 poetas argentinos

                                              Buena Vista Editora - Colección Apalma

                                                         Dirección; Alejandro Schmidt
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martes, 7 de mayo de 2019

Molinos de viento


Boletín de Artes y Letras
Año 1 - N° 2 . Febrero 2019
Director: Osmar Luis Bondoni
osmarbondoni@yahii.com.ar




DICOTOMÍA INCRUENTA

Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.

Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.

OLIVERIO GIRONDO, argentino (1891-1967)



VELETA

Dame un círculo
para refugiarme en su centro.
Dame un instante que se saboree
como la plenitud de una ciruela madura.
No tengo amaneceres.
Mi alma se guardó
y se escondió de mí una tarde.
Me pregunto dónde estoy pisando demasiadas veces.
Altiva y despojada, con la arrogancia de un gallo
me arrojaré a la vida.
Norte o sur.
El viento dirá.

LAURA BONDONI
lauranab@gmail.com



POR ÚLTIMO

Haber dejado una moneda de fuego en la mano de otro,
haber atado ciertos hilos de amor y resplandor,
haber perdido algo
al salir de la casa vacía.

Haber estado, haber acompañado,
haber estado complicado con el viento que siempre tiene razón,
con la tierra y el agua y con la hierba que siempre tienen razón.

No haber cumplido años lejos de sí mismo,
no importa si de rodillas o en medio del pantano pero cerca de sí,
o entre asuntos pendientes o torcidos desde el comienzo,
pero masticados con tus dientes.

No importa ser un objeto más o menos clasificable despreciable
por los que deciden,
no importa ser superado, masacrado, tergiversado, desmentido,
con todo eso se hace la verdad.

No importa ser interrumpido
si estás al pie del árbol gigante en el día sin fin,
al pie del árbol de piedras preciosas del sueño que sólo pertenece
a los hombres,
y si has podido hablar con esas piedras
y acompañar hasta su casa a alguien
en un momento duro de la noche (y vivía tan lejos).

No importa que no haya solución para nadie ni perdón para nadie,
ni si al fin estás solo en las salinas de la madrugada
haciendo todo lo posible para que salga el sol,
para que estos rostros queridos no se hundan en los rápidos de la nada
que acecha tanta maravilla.

RAÚL GUSTAVO AGUIRRE, argentino (1927-1983)



Ilustración: Jan van Eyck, flamenco (1390?-1441)
El matrimonio Arnolfini (1434)

Sugerencia: Concierto para violín  
"A la memoria de un Ángel" de Alban Berg



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jueves, 2 de mayo de 2019

Molinos de viento n° 1


Boletín de Artes y Letras - Enero 2019

Director: Osmar Luis Bondoni



AMOR CONSTANTE
MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera

Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera

Dejará la memoria, en donde ardía;
Nadar sabe mi llama la agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,

Venas que humor a tanto fuego han dado,
Médulas que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejarán, no su cuidado;

Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

QUEVEDO (Francisco de Quevedo Villegas), español (1580-1645).




CUANDO ELLA


cuando ella abre los ojos las horas despiertan

respiran como matas de hierba al amanecer
como pájaros en la mañana del día siguiente
cuando ella extiende sus brazos la máscara cesa
el olvido cesa las orugas reinician su marcha
cuando ella vuelve a nadar en el agua dormida
la tierra entrega sus llaves sus momentos propicios
su amapola de maíz
una lluvia de azufre una bandera en llamas
cuando ella mira a lo lejos
se disuelven las sombras y el nacimiento llega

EDGAR BAYLEY, argentino (1919-1990)



Del Boletín seleccionamos los poemas transcritos.

Encabezado por "Improvisación soñada" de Wassily Kandinsky
finaliza con una sugerencia: Cuarteto para cuerdas N° 14, en Re menor, D 810,
"La muerte y la doncella", de Franz Schubert.

osmarbondoni@yahoo.com.ar

Agradecemos el envío


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