lunes, 15 de junio de 2020

Molinos de viento n° 9

Molinos de viento n° 9
Boletín de Artes y Letras
Año 1 - No 9 - Septiembre 2019
Director: Osmar Luis Bondoni


LA MARCA*

Cuando compró la casa, el gato ya estaba. Lo vio cuando salie-
ron al patio con el agente inmobiliario. A pesar de que el pasto le
llegaba a las rodillas, pudo distinguirlo: gris, con manchas blancas,
la oreja derecha con un repulgue de sangre seca. Nómade, como él.
No se hizo problema: le gustaban los gatos y la casa estaba a muy
buen precio.
Cortó el pasto del jardín y se encargó de la poda. Había pasado
una semana desde la mudanza y el gato no se mostraba.
El décimo día, mientras preparaba café, oyó el maullido y se acer-
có a la ventana del patio. Una imagen simple: un gato orinando en
el pasto.
La escena se convirtió en rutina: hubiera sol, tormenta eléctrica
o una leve brisa, el gato orinaba siempre en el mismo lugar.
Él entendió que indicaba un punto preciso en el parque. Como si
la naturaleza le estuviera revelando un secreto. Salió con la pala en
mano y cavó, sobre la marca exacta de pasto amarillo.
Después de media hora se encontró sudando, con la vista fija en
el pozo. Una lombriz se deslizaba por la tierra negra y húmeda. Con
una palada la partió en dos, por mera venganza al sentirse estafado
por un gato.
Cada mitad de lombriz bifurcada siguió su camino en dirección
opuesta. Él se metió en la casa.
A la noche salió a regar. Ignoró el pozo todo el tiempo que pudo,
pero a escasos metros notó una figura gris. Manchas blancas. El
repulgue de sangre seca en la oreja. El cuerpo acurrucado. Su lugar
para morir.
Tapó el pozo con suavidad, tratando de que la caída de la tierra
fuera una caricia. Le inventó un nombre y dijo unas palabras de
despedida.
A pesar de que habían pasado tres meses desde el entierro, sobre
la tumba no crecía el pasto.
Él vuelve al jardín con la pala. Mientras la hunde en la tierra,
imagina el momento en que la punta toque el cuerpo en descompo-
sición, desgarre el poco pelo y cava más y más fuerte, pero el gato
se ha ido. Nómade, como él.
Dos lombrices se deslizan por la tierra negra y seca.

NICOLÁS BARRASA
nicolasbarrasa@gmail.com
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* Segundo Premio en categoría narrativa del 18vo. Concurso Nacional en
Poesía y Narrativa de Azul, Pcia. de Buenos Aires.

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LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!



PIEDRA NEGRA
SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
MARC CHAGALL, bielorruso (1887-1985)
Las luces del matrimonio (1945)
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos.

CÉSAR VALLEJO, peruano (1892-1938)

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Canciones sin palabras, obra completa (8 volúmenes) en su
versión original para piano, de Félix Mendelssohn

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